UN ILUSIONISTA EN EL PALACIO DE LAS CONVENCIONES
(Por: Javier Gómez Sánchez,
publicado en "La Joven Cuba")
¡!Ñooo, que clase de muela!!
Era el segundo día de sesiones y ya ni se acordaba de cómo lo habían propuesto
para ser delegado al congreso. Llevaba 3 horas sentado ahí y tenía la espalda
hecha una w.
Por allá un tipo hablaba no
sabía bien de qué. Y él ahí, haciendo como que atendía, hasta cara de serio
ponía, mientras disimuladamente se rascaba debajo de la mesa. Y pensaba.
Pensaba en lo que se piensa en esos casos: ¨ ¿Cuánto falta para el almuerzo?
¿Habrá pelota hoy? ¿Saldré por televisión?… Deja ver si hoy consigo un refresco
de cola, ayer el que dieron era de limón. …Esta buena la carpetica esta, tiene
el logotipo pero parece que con cepillo se le cae¨.
En fin esas cosas que se
piensan en un congreso.
Sentía ganas de orinar, pero
sería la segunda vez que saliera y tenía que pasarle por arriba como a cinco
que estaban sentados en su fila. Además la gente lo miraba y eso lo ponía un
poco nervioso. Pero bueno, había que estar ahí. Así pensaba mientras aguantaba
las ganas de orinar, jugando con la esponjita del micrófono, de esos que tantas
veces había visto por la televisión y nunca imaginó que llegaría a tocar. De
los que decían Phillips. Se subían y se bajaban, hasta se encendía un bombillito
rojo alrededor cuando uno hablaba.
Pero él no iba a hablar ahí.
Le tocaba en una comisión, la número… Que iba a discutir el documento ese con
el nombre larguísimo. Verdad que lo de hablar era del carajo, pero bueno no iba
a quedarse sin pedir la palabra, porque en definitiva todo el mundo lo hacía y
metía su muela. De eso había que salir rápido. Precisamente, así mismo como el
dentista. Usted da su muela y sale de eso rápido.
A cada rato vigilaba la
cámara de televisión ¨¿Lo estarán viendo en su casa?¨ Ah, no, claro si esto no
es en vivo. Pero bueno lo graban y ahí a lo mejor sale. Estuvo tentado a
saludar a la cámara cuándo hizo un paneo pero se contuvo, no fuera a ser que en
el presidencia se confundieran y pensaran que estaba pidiendo la palabra.
Delante de él tenía el
documento que se iba a discutir. Estaba duro. Al principio lo miró como
Champollion miró la Piedra de Rosetta. Pero luego le fue entrando poco a poco,
hasta que se lo leyó completo. Bueno, algunas partes por arribita. En
definitiva a él le parecía bien. Había gentes que cuando metían su muela
sugerían cosas, como cambiar una palabra por otra. Algunos hasta se tiraban pa´
lo hondo. Como el loco ese que habló de democracia. Que va, eso es una candela,
así cualquiera se escacha y se va con la de trapo.
El no, él sabía lo que iba a
decir. El sí estaba claro. Lo importante era no estar saliendo con ninguna cosa
extraña. Ningún ruido en el sistema. Tu no ves que aquí te embullan para que tú
hables y después allá te parten las patas. Que va. Clarísimo estaba él.
Así el tiempo fue
transcurriendo, con misma lentitud con que pudo salir de la sala a la hora del
almuerzo.
Ahora estaba aquí y después
de ese que está hablando le toca él. Y le dan la palabra y él la coge,
literalmente, junto con el micrófono. Arranca, y lo que dice va cogiendo forma,
y forma y mas forma…Y el clarísimo en lo que está diciendo. Porque ya lo tenía
pensado, en cómo iba a empezar. Verdad que una pila de gentes habían empezado
igual, pero en definitiva él nunca había sido un tipo original. Y aquí no se
trataba de eso si no de estar claro. Y así soltó: ¨Como dijo el Primer
Secretario…¨ Y luego la parrafada.
Alguna gente lo miraba. Y él
seguía, clarísimo en lo que decía. Algunos lo seguían mirando. O no, en
realidad no lo miraban, veían a través de él la pared que estaba detrás. Porque
por algún extraño fenómeno, mientras hablaba se había ido empastando. Casi
diluyendo. Incluso las palabras se iban haciendo ininteligibles. Hasta que se
volvió a la vista de todos, completamente transparente. Solo los espejuelos y
la dentadura postiza permanecieron en el aire. Moviéndose. Como flotando.
Cuando se movían, parecía como que hablaban.
Incluso parecían que decían
algo. Como si él realmente existiera.
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