INCONSISTENCIAS
(Por Horacio Rovelli, en el blog “El Cohete a
la Luna”)
James Ensor, 1902
Existe en la Administración Nacional un nivel
de inconsistencia fiscal y monetaria que no se puede extender en el tiempo por
el incumplimiento de los pagos, por una parte y, una manifiesta lentitud en
liquidar las exportaciones por otro lado, conformando una combinación perversa
y en contra del pueblo argentino.
Por un lado, el déficit fiscal es de más del
1% del PIB por mes, para abril y para mayo y se puede inferir que también en
junio, pese a que la recaudación tributaria descendió pero no tanto como en abril
y mayo, dados los gastos ocasionados por la atención de Covid-19 y la
asistencia de todo tipo a la población. Por otra parte, el crédito a las
empresas es de 6% del PIB, que sumado a los créditos personales de un 5% del
PIB, araña el 11% del Producto. El BCRA tiene que inmovilizar (pagando
intereses) una suma que es incluso mayor a la Base Monetaria [1] en LELIQs (Letras de Liquidez del BCRA) por $
1.683.302 millones y pases pasivos (que los bancos le prestan al BCRA a menos
de siete días) por otros $ 666.090 millones. Esas inmovilizaciones totalizan
una suma de $ 2.349 billones (cuando la Base Monetaria al 26 de junio de 2020
fue de $ 2.171 billones).
Déficit fiscal e inmovilizaciones monetarias
(pagas, el BCRA le abona a los bancos intereses por las mismas por encima de la
inflación) que reflejan el grado de desequilibrio de las cuentas públicas
internas que solo financió el BCRA, a costa de expandir el déficit cuasi
fiscal.
El BCRA debería tomar cartas en el asunto y
utilizar el exceso de liquidez del sistema financiero reorientándolo desde la
especulación hacia la inversión y el trabajo. Tener un mapa de qué sectores se
quiere impulsar y obligar a las entidades financieras a prestar a ese sector y
si no, que dejen de ser bancos: su función es canalizar el ahorro de parte de
la población para financiar la producción, no para que especulen o le presten al
BCRA para que este a su vez inmovilice esos fondos. El crédito al sector
privado es insignificante (11% del PIB) y lo poco que hay en su mayor parte va
dirigido al mismo grupo económico, cuando se rompen día a día las cadenas de
pago y se acumulan los cheques rechazados.
Hay cientos de actividades que no funcionan
por falta de crédito, incluso sin necesidad de importar nada, como es el caso
de la construcción, que además es fuerte demandante de mano de obra.
Paralelamente la liquidación de las
exportaciones de productos agropecuarios y de manufacturas de origen
agropecuario se retrasa todo lo que los exportadores pueden. Habiendo sido la
cosecha 2019/20 récord de 127 millones de toneladas de grano, según lo
informado por las cámaras exportadoras de aceite y de cereales CIARA-CEC, la
liquidación acumulada del primer semestre 2020 es de 9.307,2 millones de
dólares, un 15,16% menor que en igual lapso del año pasado que fue de 10.718,6
millones, cuando en la cosecha 2018/19 hubo una fuerte sequía.
Las principales cuatro empresas exportadoras
(COFCO, Cargill, ADM y Bunge Ceval) concentran el 48% de las ventas externas
totales de Argentina, en tanto que las principales 10 (AGD, Vicentin [2], Glencore, LDC, ACA y Molinos Río de la Plata)
representaron el 91% del total de negocios de exportación de granos y productos
derivados de origen argentino. Como se explicó aquí, entre los años 2016 y
2019, amparándose en la normativa del gobierno de Cambiemos, no liquidaron más
de 19.000 millones de dólares. Es claro y evidente que no liquidan esperando y
propiciando una devaluación de nuestra moneda, lo cual explica la diferencia
entre el valor del dólar oficial y todos los paralelos.
La devaluación haría volar por el aire el
delicado equilibrio en que nos encontramos, subiría aún más el precio de los
alimentos y demás insumos que requiere nuestro pueblo, empujando a fracciones
cada vez mayores a la pobreza, a la indigencia y a la desesperación, a la
par que se caería más el PIB por el menor consumo interno que no puede ser
compensado porque las exportaciones no representan más del 25% del total de lo
que se produce. Y es peor, porque en lugar de que esos mayores ingresos
incrementen las inversiones terminan engrosando la fuga de capitales. Nuestro
país ostenta un triste privilegio: su burguesía tiene más recursos afuera de la
Argentina que adentro.
Esto esclarece por qué no les interesa tanto
preservar el mercado interno, mientras coinciden grandes empresarios del agro y
de la industria, banqueros y comerciantes en asegurar y expandir sus activos en
el exterior.
Es más, desde el Rodrigazo y de menor a
mayor, nuestra burguesía se somete al capital financiero internacional y a su
moneda, el dólar, prefiriendo vender los activos en el país por saberse débil e
incompetente para lidiar con el capital extranjero. Lo refleja clara y
terminantemente el caso Vicentin, sexto exportador de granos y manufacturas de
origen agropecuario, que monta un escenario de fraude y fuga para rendirse sin
luchar.
Igual podríamos decir de todos los hijos y
nietos de esos industriales que supo tener este país del confín del mundo, que
poseen más activos financieros que reales, más activos afuera de la Argentina
que en el país, porque han preferido vender sus empresas a la competencia
extranjera.
La paradoja cierra cuando se entiende que
parte de esos activos líquidos la administra Larry Fink, Presidente de
BlackRock, y otros fondos de cobertura como Franklin Templeton, que supo poner
a su representante en la Argentina, Gustavo Cañonero, como Vicepresidente del
BCRA cuando el ex jefe de la Mesa de Dinero del JP Morgan y el Deustche Bank,
Luis Caputo, fue nombrado Presidente y continuó en funciones cuando Caputo
renunció presionado por el FMI, hasta el 9 de diciembre de 2019.
Nuestra burguesía en general (puede haber
excepciones) espera que el gobierno le pague lo más que pueda a los acreedores
y no por actuar de buena fe, sino para no perder tanto como han perdido con el
macrismo, que sus acciones valen la mitad o menos que en diciembre de 2015 y,
por otra parte, como seguramente compraron títulos públicos y no pudieron salir
de los mismos (y no por patriotas), están engrampados en esa doble Nelson que
los hace menos ricos.
Lo peor es que creen que con esas pérdidas ya
contribuyeron con el país (como si hubieran comprado títulos de deuda por amor
a la patria), sin comprender que eran ellos los que querían que cese el
gobierno de los Kirchner y propusieron reemplazarlo por un gobierno de CEOs.
Así les fue y así nos va. Son ineptos y quieren que toda la sociedad
argentina pague sus errores, cuando debería ser exactamente al revés, que sea
el pueblo de este país el que les reclame por su egoísmo, su supina ignorancia
y su falta de inteligencia.
La
alternativa
El economista Aldo Ferrer se equivocaba
cuando ponía la esperanza en la burguesía que tenemos, ya que nuestros
empresarios actuales no son los que él había visto en 1968 o aquellos liderados
por José Gelbard hasta octubre de 1974. La dictadura militar y el modelo de
valorización financiera de capital la diezmó y la que queda es una burguesía de
rapiña, apátrida y tonta, a la que sólo le importa acumular dólares en el
exterior aún a costa de que sus empresas valgan cada vez menos, como lo
demostró la gestión de Cambiemos.
Por ejemplo las empresas del grupo Techint,
cuyos directivos y funcionarios están entre las que fugaron dólares y, sin
embargo, desde que se privatizó SOMISA en el gobierno de Carlos Menem y paso a
llamarse Ternium Siderar, vende la chapa en el país un 30% más cara que cuando
la exporta, encareciendo toda la industria argentina que utiliza ese insumo
reduciendo las condiciones de competitividad respecto de sus pares extranjeros.
Ese grupo económico que con el apoyo del gobierno de Cambiemos armó una filial
en Texas con una inversión de 2.000 millones de dólares y generó 1.500 puestos
de trabajo en esa Nación, en plena pandemia despidió 1.450 trabajadores en la
Argentina.
Con esa burguesía se torna necesario repensar
el país y plantear a qué nos vamos a dedicar en los próximos años. Qué vamos a
producir, con quién, de qué manera, para quién, que rol debe jugar el Estado,
etc., preguntas que son un desafío para el actual gobierno y para todos sus
habitantes.
En la Argentina las inconsistencias fiscal,
monetaria y de comercio exterior tienen nombre y apellido y están relacionadas
entre sí.
[1] Que es la
cantidad de billetes y monedas emitidas y puestas en circulación por el BCRA.
[2] Vicentin SAIC
con un 9% del total de ventas externas agroindustriales, empresa que atravesó
en el 2019 una situación de stress financiero que la llevó a paralizar sus
actividades.
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