La
noche que Cuba no debía reír: la increíble historia del secuestro de Pepe
Biondi por la guerrilla de Fidel Castro
(Por Hugo Martin, en INFOBAE)
Pepe Biondi, uno de los
más grandes humoristas argentinos
El 4 de septiembre de 1958 en Cuba sucedían dos cosas. Se celebraba un
nuevo aniversario de la llamada Revuelta de los Sargentos, un
golpe de Estado llevado a cabo en 1933, puntapié inicial para que el
dictador Fulgencio Batista llegara al poder. Y, además, era
el cumpleaños número 49 de Pepe Biondi, por entonces una de las figuras
centrales de la programación del canal CMQ TV, el más popular de la
isla, propiedad de Goar Mestre. Era jueves, y al humorista argentino le tocaba
aparecer en pantalla con El Show de Biondi. En aquella época,
recordemos, la televisión se hacía en vivo. Pero algo más iba a ocurrir en La
Habana hace exactos 62 años. Sería, para siempre, “La noche que Cuba no debía reír”.
Fidel Castro, por entonces, ya había conformado el
Movimiento 26 de Julio, el M-26-7, que aglutinaba
distintas fuerzas políticas que luchaban contra la dictadura de Batista y él
dirigía desde la Sierra Maestra. Confluían allí desde marxistas hasta nacionalistas
anticomunistas: parafraseando a Borges, los unía el espanto, no el
amor. Tras la victoria de la revolución el 1° de enero de 1959 y el giro de
Cuba hacia las políticas dictadas por Moscú, se desmembraría. Muchos terminaron
exiliados, y otros presos en las cárceles cubanas, como Huber Matos.
El M-26-7 había sido noticia el
23 de febrero de 1958 al secuestrar al piloto argentino Juan Manuel Fangio,
quíntuple campeón mundial de Fórmula 1, un hecho que los situó en las primeras planas y le impidió a nuestro
compatriota participar del Gran Premio de Cuba, que se disputó al día siguiente
pero no pudo finalizar por un terrible accidente. A partir de ese éxito, el
castrismo pensó en repetir el mecanismo. Quien estaba a cargo de las
operaciones de sabotaje en La Habana era Ángel Machaco Amejeiras. En algún
momento esbozaron capturar a la actriz española Sarita Montiel, que actuaba en
la capital cubana. Pero uno de sus colaboradores, el arquitecto Cesáreo Fernández, propuso dar un
doble golpe: secuestrar a Enrique Santiesteban, un famoso actor cubano, y a
Pepe Biondi.
Biondi, sin peluquín, junto a su esposa María Teresa Moraca
El artista argentino era un trotamundos. Nacido en una familia pobre en
1909, hijo de inmigrantes napolitanos, a los siete años vivía en Remedios de
Escalada cuando el circo Anselmi se instaló frente a su casa. Sus padres, para que saliera de la miseria,
se lo entregaron al payaso del circo, apodado Chocolate (el brasileño Juan
Bonamorte), quien le enseñó acrobacias a un precio muy alto: lo golpeaba para
que aprenda. A los 12, de vuelta en Buenos Aires tras una gira, la
pareja del payaso -Rosita, la ecuyere- lo rescató de una tunda a punta de
pistola, buscó a su familia y lo devolvió. Fue lustrabotas y canillita. Pero un
encuentro con un viejo conocido -el payaso Napoleón- lo convenció de regresar a
la vida del circo.
En 1941, ya independizado de Napoleón, armó un dúo acrobático con Dick (un
inmigrante ruso llamado Bernardo Zalman Ver Dvorkin). Eran un suceso,
pero en una actuación en Chile Biondi cayó al piso y se rompió la espalda. Fue
el fin de su vida de acróbata. Y el nacimiento del humorista. Junto a su
compañero recorrieron América Latina, y en la década del ’50 se establecieron
en México, donde El Show de Dick y Biondi resultó un éxito que
trascendió la fronteras y llegó a verse en Cuba. Ambos recalaron en televisión
de la isla dos años después. Pero tuvieron desavenencias por la intención de
Zalman de sumar a su esposa al dúo y se separaron. Así nació El Show de Biondi. Y
su popularidad se multiplicó.
Biondi vivía en La Habana con su esposa, María Teresa Moraca, y su hija
Margarita, que casi muere allí tras ser atropellada por un auto. Pero también,
en esa tierra la joven se enamoró y casó con el galán y locutor cubano Pepe
Díaz Lastra. La celebración fue el 23 de agosto de 1958. Apenas 15 días más
tarde, el jueves 4 de septiembre y luego de su trabajo, al actor argentino lo
esperaba el festejo hogareño por su cumpleaños. Pero el M-26-7 tenía otros
planes. Un mes antes había comenzado una campaña de propaganda para que ese día,
llamado “De la Resistencia Absoluta”, nadie saliera: ni a bares, ni a tiendas,
ni a restaurantes, ni a cines, ni a teatros. El shock se completaría con la
desaparición de dos programas estelares de la pantalla, algo que la censura de
Batista no podría eludir.
El dúo Dick y Biondi
Pero el secuestro de Santiesteban se frustró. Estaba a cargo de Armando
Rivas Cabezas, Víctor Sori y Mercedes Martínez Saladrigas. Cuando llegaron a su
casa, el actor ya se había ido. Con Biondi tuvieron éxito.
El M-26-7 puso a cargo de la
operación a un maestro de la provincia de Matanzas llamado Luis Martínez Bello,
un muchacho de 26 años, rubio, gordito y petiso. Había estado en la prisión de Isla de Pinos, donde sufrió
torturas durante un año. Liberado, se había quedado en La Habana como miembro
de la sección de la guerrilla castrista identificada como “el llano”, en
contraposición con los que luchaban en la sierra, entre los que estaba Ernesto
Che Guevara. Quien había dirigido sus torturas, un brigadier llamado Pilar
García, era el nuevo Jefe de la Policía Nacional. Sabía que si volvía a caer,
sería un hombre muerto. Con él estaban Ana Rosa Martínez Saladrigas (hermana
melliza de Mercedes), el conductor del automóvil Chuchú Silva y un
jovencito de apenas 15 años llamado Humberto Solás, que con el tiempo se
convertiría en uno de los directores de cine más prestigiosos de Cuba.
A las siete de la tarde, Biondi
salió del edificio Focsa, donde vivía, rumbo a los estudios del canal. Como le quedaban
a sólo tres cuadras, siempre hacía el trayecto caminando. Lo acompañaba su
secretario, Raúl Gómez, que le llevaba la ropa que usaría en escena en una
percha. Al doblar la calle, Biondi no reparó en una parejita que se hacía
arrumacos. Eran Solás y Martínez Saladrigas, que lo interceptaron. El humorista
pensó que se trataba de dos admiradores, y cuando le dijeron que los siguiera,
los eludió y siguió caminando.
-Disculpen, no puedo, voy rumbo al trabajo. -les explicó.
Insistieron: -¡Tiene que seguirme!-, le dijo Solás, más firme.
Biondi continuó caminando sin prestar atención. Pero en ese momento apareció Martínez Bello, que
le mostró una pistola calibre 45 que escondía entre su ropa al
tiempo que revelaba las intenciones del grupo: “Somos del M-26 y no queremos
que la gente ría hoy”.
-Esto es más convincente. -respondió con calma el argentino. Y se detuvo.
Subieron todos al automóvil, hasta el secretario Gómez con la percha en sus
temblorosas manos. A éste lo dejaron en la avenida del Malecón, advirtiéndole
que caminara sin mirar hacia atrás. Dicen que el buen hombre tenía tal susto,
que hasta Biondi se rió por la forma en que marchaba.
Pepe Biondi -a la derecha, sin su peluquín- en las playas de Cuba.
Mientras lo llevaban secuestrado, el actor sacó a relucir toda su sangre
fría y apeló al humor para tranquilizar a sus captores. Quizás hasta haya
soltado su muletilla “qué suerte pa’ la desgracia”. Se dio cuenta que si la
policía detenía el vehículo, su vida también estaría en riesgo. Sin
que se lo pidieran, mientras el automóvil recorría La Habana, cambió su
fisonomía. Se quitó el peluquín que usaba -era calvo, aunque pocas veces se
dejaba ver así- y se colocó un par de gafas oscuras. De
todas maneras, el secuestro duró apenas unas horas. No se pidió rescate: el
objetivo se cumplió cuando llegaron las 20.30, hora que debía comenzar el
programa y el público se encontró con una serie de dibujos animados. Desde el
canal, todavía ignorando lo sucedido, debieron excusarse por la ausencia de la
estrella. Aunque no mencionaron el secuestro, sino que
adujeron que cómico había sufrido un cólico renal.
Recién a las 4 de la madrugada del día siguiente, Gómez, apremiado por los
interrogantes sobre el destino de Biondi, denunció los hechos que había vivido.
Mientras tanto, el siguiente paso de los captores era garantizar la integridad
del artista y regresarlo en forma segura. Una de las dudas del M-26 cuando
secuestraron a Fangio fue la posibilidad que, si lo liberaban en cualquier
lugar, las fuerzas de Batista lo asesinaran para echarles la culpa de su
muerte. Por eso lo entregaron al embajador argentino, el
Contraalmirante Raúl Aureliano Lynch y Frías, casualmente un primo del Che
Guevara. En este caso, bien entrada la noche se dirigieron a
los suburbios de La Habana. Más precisamente a la iglesia Arroyo Arenas.
Allí era párroco el Padre Manuel Pedro Antonio Martínez Rosas, un cura
corpulento, muy popular en esa barriada, de mucho carácter, además. Cuando
Martínez Bello le tocó la puerta a esas horas y le refirió que se quería
confesar, lo recibió con insultos. “¡Qué coño! Vuelva mañana!”, espetó el
sacerdote. El propósito del captor era entregarle a
Biondi mediante una confesión, para hacer valer en secreto de ese sacramento y
que no los denunciara. Insistió hasta que logró pasar a
la casa parroquial. Una vez dentro le contó el verdadero motivo de su llegada:
“Somos del M-26 y tenemos a Pepe Biondi”, le dijo. La cara del religioso se transfiguró. “¡Hombre, ya tengo a uno de los
suyos escondido en el campanario de la iglesia!”, le respondió. El
sorprendido, ahora, era Martínez Bello, que ignoraba aquello.
Finalmente, el sacerdote
accedió a hacerse cargo de la víctima. Pero antes, en esa
cocina de la casa, se produjo casi un paso de comedia involuntario. La madre de
Martínez Rosas, alertada por sus gritos, se levantó de su cama para ver qué
sucedía. Él la mandó a dormir: “No es nada mamá, esto no tiene que ver ni
con Cristo ni con la religión. Estos hombres han venido a fastidiarme la
noche”.
Biondi junto a la vedette cubana Amelita Baltar en La Habana. Ella, después
de la revolución castrista, recaló en la Argentina
Biondi pasó el resto de la velada allí, y al mediodía del 5 de septiembre,
acompañado por el cura, fue entregado en la embajada argentina. Luego fue
trasladado a la Estación 8va. de la policía de La Habana, donde en forma
impensada fue tratado duramente
por el teniente coronel Esteban Ventura Novo, un torturador del régimen de
Batista que escapó a Miami tras el triunfo revolucionario y murió
allí. El interrogatorio se hizo casi violento. Biondi, cansado y con ganas de
marcharse, les respondió que ni recordaba el color del automóvil en que lo
habían secuestrado. Ventura Novo
lo dejó ir con una advertencia: “Cuando le pregunten, diga que estaba enfermo.
Y cuando vuelva a la televisión, vuelva a decirlo, que si no lo dice usted, lo
diremos nosotros y será de otra manera”.
Otro funcionario, el coronel Pilar García, fue más amable. Hasta le ofreció
una custodia, que Biondi rechazó: “Si me pone una custodia, tendré que irme del
país”. Cuando salió de la dependencia, ubicada sobre el Malecón,
frente al Caribe, sintió que el aire le golpeaba la cara.
Leonardo Mauricio Greco es el biógrafo del cómico. Su libro Pepe
Biondi, el campeón del humor, relata sucintamente el episodio del
secuestro, pero preguntado por Infobae, relató lo que
sucedió después: “Al llegar a su casa, a Pepe lo esperaban su
esposa, su hija y su yerno. Él les dijo que se tenían que marchar de allí. Su
mujer le recordó que debía cumplir el contrato. Biondi acordó: ‘Lo voy a
respetar, pero después, nos vamos’. Es más, Margarita y
Pepe Díez Lastra lo hicieron al poco tiempo que asumió el poder Fidel Castro, a
principios de 1959, en barco y rumbo a Buenos Aires. Hay una anécdota curiosa
en esa partida. Díaz Lastra pudo salir porque su esposa era argentina.
Margarita me contó que debían dejar en Cuba todo lo que fuera de valor. Al embarcar, un soldado le miró las manos y
vió que tenía un anillo. ‘Señora, no puede viajar con el anillo, lo tiene que
dejar’. Ella le contestó: “A vos no te lo dejo, si no me lo puedo llevar, lo
tiro al mar”. Saltó otro soldado y le dijo “‘déjala, no ves que es la hija de
Biondi’”.
Una imagen de Cuba. Biondi, entre su hija Margarita y su yerno, Pepe Díaz
Lastra, también actor que lo acompañó en su gran éxito en Canal 13.
Goar Mestre había apoyado con dinero a la revolución
cubana que derrocó a Batista en la última parte de la década del
’50. Pero el régimen de Castro le
expropió sus medios de comunicación del holding CMQ, consistentes
en siete canales, nueve radios y unas 30 empresas. Escapó
rumbo a Miami y recaló poco después en Buenos Aires, donde fue el creador de Canal 13 y se convirtió en
el “rey de la televisión argentina” en la década del 60 y principios de los 70. Continúa
Greco: “Biondi siguió con su Show… hasta mediados de 1960, cuando finalizó su
contrato. Cuando anunció que se iba le hicieron un programa de despedida. Y
dejó un mensaje grabado, que me compartió su hija Margarita. Por supuesto,
comenzó con un chiste…”
Algunos párrafos del mensaje son los siguientes: “Antes de comenzar a
hablar voy a decir unas palabras. Seriamente, ahora, esto que estoy grabando
son palabras para Teresa, para Margarita y para mí. Es para registrar un
momento muy importante de mi vida. La última audición que hice en La Habana fue
la audición de despedida después de siete años de actuación en ese querido
país, y el director de mis programas, Jorge Ignacio Vaillant, querido amigo
mío, tuvo la buena idea de grabar la audición sin que yo lo supiera y
regalármela... Yo no creo que, si
Dios me da unos años más de vida, pueda llegar a tener un momento tan bonito
como el que tuve en La Habana durante todo el tiempo que estuve. Creo
que en ningún país llegaré a hacer nada ni la mitad de lo que fui en ese
maravilloso país, donde yo me acoplé a la modalidad y donde ellos me ofrecieron
y me brindaron tanta hospitalidad y tanto me comprendieron. Esto es para el
libro del recuerdo, el álbum de un viejo payaso, para escucharlo así, como se
lee una crónica que le halaga a uno el corazón... esto, si alguna vez
lo puede escuchar un cubano, es un testimonio de gratitud a esa maravillosa
isla que conozco como mi propio país o más tal vez, y donde conservo la
esperanza de volver algún día a caminar por sus calles, que son las mías. Nada
más”.
La tapa del libro "Pepe Biondi, el campeón del humor", de
Leonardo Mauricio Greco.
“Luego de eso, y gracias a los oficios de Goar Mestre, Biondi tuvo pantalla
en la televisión de Venezuela, donde trabajó los últimos seis meses de 1960
-cuenta Greco, que por esas casualidades que tiene la vida, nació un 26 de
julio y presentó su libro a los 49 años-. En Caracas sus colegas no lo
recibieron con demasiado cariño. Lo miraban raro, lo hacían a un lado. Él no
entendía qué les sucedía. Una día
fue al bar del canal y al ingresar escuchó como desde una mesa alguien gritó,
como cargándolo, ‘¡Viva la revolución!’. Entonces se acercó, lo encaró y le
dijo: ‘Por culpa de gente como ustedes, la revolución está ahora en Cuba’”.
De sus captores, Martínez Bello se convirtió en el jefe
de sabotajes del M-26 tras el asesinato de Amejeiras y fue, años más tarde,
Jefe de la Policía Revolucionaria. Humberto Solás, el chico de 15 años al que
Biondi confundió con un admirador, dirigió algunas de las más emblemáticas
películas del cine cubano, como Lucía y El siglo de
las luces.
Pepe Biondi, por su parte, regresó a la Argentina en 1961. Goar Mestre lo
contrató para Canal 13, y comenzó Viendo
a Biondi. Al año siguiente llegó a tener 62,2 puntos de rating. Su
programa se mantuvo entre los más vistos durante diez años. Falleció el 4 de
octubre de 1975. Nunca, nadie, jamás, pudo decir algo malo de él. Y es uno de
los cómicos más grandes de la Argentina.
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