ENTREVISTA
a Branko Milanović
(Por Gabriela Esquivada en INFOBAE)
Con 67 años, Branko Milanović ha sido
testigo de tanto, pero tanto, que vidas más plácidas necesitarían acaso el
doble de tiempo para competirle.
El país donde nació, Yugoslavia, se
disolvió en las identidades nacionales que había tenido antes de su creación a
comienzos del siglo XX, lo cual condujo a una guerra espantosa. El sistema
socialista en el que creció —y que conocía muy bien: se graduó en la
Universidad de Belgrado cuando gobernaba el mariscal Tito— se
esfumó de la Tierra a la que había prometido una prosperidad inédita.
Mientras tanto el capitalismo, que había
resistido a los embates de la Guerra Fría, se autocoronó en la década
de 1990. Llegó incluso a China, un país predominantemente rural y pobre, con
diferencias abismales entre sus territorios que una revolución comunista había
ligado con el pegamento del autoritarismo. Gracias a un sistema que gradualmente
abrazó el modo de producción de las potencias occidentales, logró superarlas
con tasas de crecimiento inverosímiles y sostenidas.
Sobre todo eso parece haber pensado el experto
serbio en desigualdad económica: su último libro es el destilado de una época.
Su época.
Capitalismo, nada más, teje datos
—obsesivamente: Milanović parece no gustar de las afirmaciones sin sustento—
con historia, economía con política y hasta un humor sutil al hablar de
filántropos y políticos. Así se convierte en un libro que se puede leer sin ser
economista, porque se ocupa de “dos cambios históricos que el mundo vive
hoy”.
Uno: el capitalismo se convirtió no sólo en
el sistema socioeconómico dominante, sino en el único.
Dos: el desequilibrio de poder económico
entre Europa y América del Norte, por un lado, y la pobre Asia por
el otro, se terminó.
—El capitalismo es el único sistema de
producción que existe hoy —dijo Milanović a Infobae—. Primero y
obviamente, luego del fin del comunismo en los países del Este y la
caída de la Unión Soviética, no hay modo de producción socialista: no hay
planificación central, no hay propiedad estatal, etc. Eso deja, claro, a China.
Que, dado el modo en que está organizada su producción, es un país
capitalista: en términos de inversiones fijas, más de la mitad está hecha por
entidades privadas; más del 80% del valor agregado lo producen empresas
privadas; exactamente el 92%, del empleo se halla fuera del sector estatal. Eso
significa que prácticamente el mundo entero es capitalista, porque no hay
dudas de que los países africanos o los países latinoamericanos lo son.
—¿Por qué cree que el comunismo, en lugar de
haber fracasado, simplemente cumplió un papel y dejó de tener razón de ser?
—Mi argumento sobre el papel histórico del
comunismo se aplica a las sociedades colonizadas: la izquierda y los partidos
comunistas cumplieron el rol de transformarlas. De dos maneras: una, luchar por
la independencia nacional y liberarse de los poderes imperiales;
dos, cambiar internamente las relaciones de producción. Todo según la
ideología comunista, claramente en China y Vietnam. Pero hoy sabemos que, al
final, lo que hicieron fue crear capitalismo autóctono en los dos países.
Por eso el papel de los partidos comunistas en los países colonizados fue muy
similar al papel de la burguesía en los países no colonizados de Europa.
Por qué Karl Marx admiraba a Abraham Lincoln
Milanović recordó que uno de los lamentos
nostálgicos de la izquierda es que las revoluciones socialistas sucedieron
en países atrasados, precisamente, como Rusia, y no en aquellos
industrializados. “El argumento es que, si hubieran triunfado —como
esperaba [Karl] Marx— en Inglaterra o Alemania, habríamos tenido un
socialismo mejor, más eficiente y acaso más democrático”, evocó. Y refutó:
Branko Milanovic, uno de los mayores expertos
mundiales en desigualdad económica, dialogó con Infobae sobre su libro
"Capitalismo, nada más".
—El comunismo fue particularmente
ineficiente en los países más desarrollados, como Alemania del Este (que desde
luego no estaba muy atrás de la Alemania Occidental en 1945, pero sí se fue
quedando mucho más atrás hacia 1989) o Checoslovaquia, que era uno de los
centros de la industria europea. Y fue mucho menos ineficiente en los países
más pobres, como Bulgaria, Yugoslavia o Rumania. Lo mismo podemos decir de
China, Vietnam, etc. Así que la narrativa de que el comunismo se implementó en
los países “equivocados” y que si se hubiera implementado en los “correctos”
hubiera sido mucho mejor, en realidad no encaja muy bien.
—Además de ese fin de la misión de los
socialismos, ¿tuvo el capitalismo virtudes propias que lo hicieran exitoso?
—Que el capitalismo sea hoy el único
modo de producción indica, desde luego, que fue más eficiente. Fue más
eficiente para organizar los recursos, o para usarlos efectivamente y aumentar
el nivel de vida de la gente. No solo triunfó sobre el comunismo: no debemos
olvidar que el capitalismo no era el único modo de producción en el siglo XIX y
debió triunfar sobre otros, incluida la esclavitud y la servidumbre. Una de las
razones por las cuales Marx estimaba y valoraba tanto a [Abraham] Lincoln fue
precisamente porque Lincoln mostró que mediante la fuerza militar se puede
destruir un sistema de producción inferior.
—¿Marx era admirador de Lincoln?
—Sí: esto no se menciona a menudo, pero era
muy admirador de Lincoln. Lo veía en la lucha entre dos modos de producción.
Con frecuencia Marx era —y tomo esta frase de él— un gran impulsor del
capitalismo, porque el desarrollo del capitalismo era necesario para crear una
clase obrera que luego derrocaría al capitalismo. A Marx le gustaba Lincoln
porque impuso el capitalismo a un sistema que trató de defenderse, y usó la
fuerza militar para destrozarlo. De manera similar, el leninismo utilizó este
argumento: que el capitalismo era un modo de producción inferior así que el
comunismo podía utilizar la fuerza legítimamente a fin de liberarse de él. Pero
resultó que el comunismo no era un modo de producción eficiente, y perdió en la
competencia con el capitalismo.
Capitalismo y democracia no son inseparables
En 1970 la producción mundial se concentraba
en las potencias occidentales: un 56% contra el 19% de Asia, que incluía
entonces al Japón del milagro de posguerra.
Hoy las cosas han cambiado tanto que Occidente
es responsable del 37% de la producción mundial, mientras que el 43% sale de
Asia.
Y eso tiene consecuencias mucho más allá del
“Made in China” o “Made in Vietnam” de tantos bienes del mundo. “El nuevo
equilibrio económico del mundo no es sólo geográfico: también es político”,
escribió Milanović, hoy profesor de posgrado en City University of New York (CUNY)
y también académico de la London School of Economics (LSE), el Institut
Barcelona d’Estudis Internacionals (IBEI) y la Universidad de Groninga.
“El éxito económico de China socava la
pretensión occidental de que existe un vínculo necesario entre el capitalismo y
la democracia liberal. De hecho, esta afirmación está siendo socavada en el
propio Occidente por los desafíos populistas y plutocráticos a la democracia
liberal”, explicó en Capitalismo, nada más. Allí distingue dos
formas de capitalismo: el “liberal meritocrático”, occidental, y el
“político” o autoritario, o sea Beijing.
La ganancia, y no las garantías democráticas,
es el idioma universal del sistema: se entiende en el Reino Unido con la misma
claridad diáfana que en Birmania, en Rusia y en Estados Unidos, en Vietnam y en
Alemania, en Ruanda y en Brasil, en China y en Etiopía. Con un poquito más o
menos de libertad, el “dominio incontestable del modo de producción
capitalista”, como escribió Milanović, suena como un eco del argentinismo
“billetera mata galán”.
—¿Por qué en los países occidentales se
tiende a creer que el capitalismo y la democracia van de la mano, si China
lleva décadas de crecimiento sin ella?
—La perspectiva propagada por [Francis]
Fukuyama —quien de hecho luego la cambió, creo— era el sentimiento
dominante en la década de 1990. Fue una perspectiva que, como muchas en la
historia, se volvió dominante porque en un momento determinado parecía muy
razonable. Y el momento determinado de los noventa fue la victoria de los
Estados Unidos y el capitalismo liberal sobre la Unión Soviética y el
socialismo. Entonces parecía que el mundo había hallado un sistema político y
económico definitivo: el capitalismo liberal. Y como muchas veces en la
historia nos pareció que habíamos encontrado la solución a todos nuestros
problemas.
—Pero no fue así.
"China es un país capitalista: en
términos de inversiones fijas, más de la mitad está hecha por entidades
privadas; más del 80% del valor agregado lo producen empresas privadas;
exactamente el 92%, del empleo se halla fuera del sector estatal",
argumentó Milanovic.
—Han pasado 30 años y, si acaso, lo que vemos
es que el capitalismo político de China es, en términos
económicos, el sistema más exitoso (en este nivel de desarrollo que tiene
China) que se ha inventado en la historia. Nunca hubo un país que tuviera crecimiento
durante más de 40 años a una tasa del 8% e incorporara a 1.400 millones de
personas. No existe una comparación siquiera similar.
¿Y si China quisiera exportar su modelo?
De la religión a la economía, las sociedades
humanas han tendido a la bifurcación: la Iglesia católica y la ortodoxa, los
islámicos sunitas y los chiítas; el comunismo y el capitalismo, y ahora que el
capitalismo ha dominado por completo al mundo, también se presenta en dos
formas. El liberal meritocrático, que se desarrolló a lo largo de dos siglos en
Occidente, ha sido siempre evangelizador y en su prédica incluía, como en
combo, producción privada y descentralizada más democracia.
“Cuando Inglaterra se convirtió en la
potencia preeminente, lo hizo porque se volvió poderosa económicamente y luego
militarmente y porque tenía algo que ‘vender’ a los demás”, resumió Milanović.
“Otros países comenzaron a industrializarse: Francia, Bélgica, Holanda, luego
Alemania y los Estados Unidos. Luego de la Primera Guerra Mundial Estados
Unidos se convirtió en el país más poderoso del mundo, y también empezó a exportar
su propia manera de hacer las cosas, que hoy conocemos como el Consenso de
Washington, pero básicamente es la misma historia que se remonta a Woodrow
Wilson”.
El combo del capitalismo político sería muy
distinto: crecimiento a tasas chinas y ausencia de estado de derecho.
—No es una locura pensar que semejante
sistema pudiera ser emulado en otro lugar, que la gente diga “A China le va tan
bien, ¿qué puedo hacer para que me vaya así de bien?”. O que China también
tratara de “venderlo” a otros países.
—¿Cómo podría suceder, dado que su libro
menciona que acaso no sea muy exportable?
En "Capitalismo, nada más", Branko
Milanovic distingue dos formas de capitalismo: el “liberal meritocrático”,
occidental, y el “político” o autoritario, de China. (Bloomberg)
—Es una cuestión difícil. Creo que China
tiene un problema de exportabilidad de su sistema por las
dificultades que sufrió al desarrollarlo. No fue parte de un gran plan sino por
lo que los franceses llaman tâte de la main, que es básicamente
tantear. Fue experimentación. Muchas de las cosas que hoy se asocian al modelo
de China se hicieron en pequeña escala: el famoso sistema de responsabilidad
que condujo a la privatización de facto de la tierra comenzó en una aldea, y se
extendió a una comuna, luego a un condado, y cuando tuvo éxito allí se decidió
su implementación. Veamos el caso del precio dual, por el cual
durante mucho tiempo los bienes esenciales (hierro, acero, cemento, etc.)
tenían dos precios: el que ordenaba el estado y el precio del mercado. Eso
funcionó para China, pero ¿realmente se puede incluir en un paquete para
sugerir a Tanzania o Hungría?
En las antípodas de esa especificidad, el
capitalismo meritocrático liberal tiene un sistema de talla única. “El Consenso
de Washington, es mucho más fácil”, siguió Milanović. “Hay diez mandamientos.
Por ejemplo, si un país como Venezuela cambia el gobierno, ¿qué podría hacer?
Simplemente, seguir el Consenso de Washington: uno, privatizar; dos,
desregular; tres, relajar el control de precios; cuatro, deshacerse de los
sindicatos, etc. Es muy simple. China no tiene un modelo similarmente simple
que vender”.
La homoplutia versus el
sueño americano
Entre los expertos en desigualdad, Milanović
se destaca: no solo por sus libros (La era de las desigualdades, Los que
tienen y los que no tienen y Desigualdad mundial, entre
los traducidos al castellano) sino también por su más de 40 trabajos para
el Banco Mundial, donde fue economista principal del Departamento de
Investigación. Mantiene un blog sobre el tema e ideó la curva
del elefante para mostrar la evolución de la renta de las personas más
pobres (cola cerca del suelo) y las más ricas (trompa alzada) del mundo entre
1988 y 2008, entre otros elementos que mide.
Su hallazgo más reciente —que describe en
detalle en Capitalismo, nada más— es la homoplutia. Es
un rasgo único del capitalismo meritocrático liberal, que nunca se dio en el
capitalismo clásico: “La presencia de personas con altos ingresos laborales
entre el percentil de ingresos más rico”, y sobre todo “la creciente proporción
de la población que tiene tanto altos ingresos laborales como de capital”,
escribió.
Por ejemplo, un abogado: trabaja y
recibe pagas altas por su tarea, pero también gana dinero por las inversiones
que sus ingresos le permitieron hacer.
—Como a todo nuevo fenómeno había que
inventarle un neologismo griego —ironizó—. “Homo”, igual; “plutos”,
riqueza. Esto significa que tenemos una proporción cada vez mayor de
gente en la cima de la distribución del ingreso en los Estados Unidos, que
son ricos tanto en términos de su ingreso por empleo (por ejemplo, salarios
altos) y en términos del ingreso que reciben por capital, que es rentas,
intereses, ganancia por acciones, etc. Este es un fenómeno nuevo: en el pasado
las personas extremadamente ricas en términos de capital no trabajaban al mismo
tiempo por un salario.
—¿Por qué cree que este grupo representa el
peligro de una “clase alta que se autoperpetúe”, como escribió?
—Este grupo de homoplutia se
casa entre ellos y trabaja muy duro —un gran porcentaje trabaja más de 70 horas
por semana— por lo cual sienten que se merecen lo que tienen. Y les transmiten
todas estas ventajas a sus hijos por medio del sistema educativo. Tenemos
entonces una hermosa combinación: gente que es rica tanto por capital como por
empleo, que se casan entre ellos y son lo suficientemente inteligentes como
para impulsar a sus hijos a que entren en las mejores universidades que, a la
vez, les darán la oportunidad de tener empleos de pagas altas. Para los demás,
los que están fuera de ese grupo, resulta muy difícil que sus hijos lleguen
allí.
—Su libro subraya el problema de la
educación.
"Que el capitalismo sea hoy el único
modo de producción indica que fue más eficiente para organizar los recursos o
para usarlos efectivamente y aumentar el nivel de vida de la gente. No solo
triunfó sobre el comunismo: también sobre la esclavitud y la servidumbre",
dijo Branko Milanović.
—Una de las formas principales de la
transmisión de ventajas es el sistema privado de educación, y el costo de ese
sistema es algo que interesa a los ricos. Porque básicamente limita la
competencia contra sus hijos. Ellos pueden pagar USD 50.000 [de matrícula por
año], ellos pueden pagar USD 100.000. Y eso puede reducir efectivamente la
cantidad de gente que podría competir con sus hijos.
—Además, financian el sistema político
mediante donaciones: ¿es siquiera posible regular su influencia?
—Es una cuestión muy difícil. En los hechos,
básicamente, es una nueva clase muy difícil de desanidar. No estamos
hablando de gente como Jeff Bezos sino de personas de ingresos altos
que creen que merecen lo que tienen. Y no sólo invierten todo por medio de sus
hijos sino que también pueden controlar el proceso político, porque son grandes
donantes. En el libro hablo de cerrar el círculo, porque básicamente no
han dejado nada al azar. ¿Cómo cambiar ese sistema? ¿Por qué irían contra sus
propios intereses, sobre todo dado que piensan que merecen lo que tienen?
China: el río de la corrupción endémica
Casi como en un espejo, el capitalismo
político también desarrolló un problema específico: la corrupción. Si en
los años del socialismo y el deslizamiento hacia el capitalismo político se vio
una mejora en la desigualdad global, al interior de los países la situación
varía.
En su libro Milanović recordó fantásticos
episodios de la corrupción en China, como el hallazgo de dinero físico, sobre
todo euros y dólares, en la casa del vicepresidente de la Comisión Central
Militar, Xu Caihou, en 2014: era tanto que para calcular su valor se
decidió pesarlo, y superó una tonelada. Pero aun a ese arresto de 2014 lo
superó otro, en 2016, de oficiales de la Administración general de Energía, y
de las 16 máquinas para contar billetes que se llevaron a su escondite cuatro
se quemaron en el cumplimiento de sus deberes.
—La corrupción endémica surge de la
contradicción entre dos características del capitalismo político: debe tener
una administración burocrática eficiente (es indispensable para el crecimiento
económico) pero no existe el estado de derecho.
El autor de "Capitalismo, nada más"
habló de los dos grandes problemas de las dos formas actuales del sistema
económico-politico: la homoplutia en el liberal y la corrupción en el político.
—¿Es decir que los funcionarios que tendrían
que cumplir las reglas carecen de reglas que cumplir?
—Para que una burocracia que sea capaz y
eficiente tiene que seguir las reglas, pero si así fuera no se contaría con la
capacidad de torcer la ley, algo necesario cuando se cree que hace falta
castigar a algún capitalista, como sucedió hace poco con Jack Ma, por
ejemplo, o se quiere premiar a alguien. Por eso defino la corrupción del
capitalismo político como endémica.
Capitalismo, nada más alude a la
actual ofensiva anticorrupción de Xi Jinping con una imagen: el
control de un río que se desborda. “Si se deja que la crecida siga, es muy
difícil volverlo a los niveles normales”, explicó el economista a Infobae. “Entonces,
cada veinte años hay que hacer una suerte de operación para evitar la crecida,
que es la campaña anticorrupción, por la cual se encaja esta corrupción dentro
del lecho del río. Y eso creo que es lo que está sucediendo en China. No
significa que la corrupción dejará de existir, por eso es endémica, sino que
estará limitada por un tiempo, y acaso en 20 años haya que volver a hacerlo”.
El porvenir es raro
Hacia el final de su libro Milanović analizó
cuestiones claves del presente capitalista, como la creación de clases
marginales (gente sin empleo estable, sin educación, sin posibilidades de
mejorar la situación de sus hijos) que llevan a una política del
resentimiento y el ascenso de los populismos, la inviabilidad de reducir las
emisiones de carbono mediante el decrecimiento y la necesidad de una cantidad
virtuosa de desigualdad para que una sociedad progrese.
Acaso el punto más polémico, aun para el
mismo economista, sea su propuesta sobre las migraciones: una suerte de
“ciudadanía light”, la posibilidad de emigrar de un país pobre y trabajar
legalmente en un país rico por un tiempo limitado, sin posibilidad de quedarse
definitivamente allí.
Hoy la producción global se hace más en Asia
que en Occidente: “El nuevo equilibrio económico del mundo no es sólo
geográfico: también es político”, advirtió Milanović al respecto. (Grosby
Group)
—De manera ideal, desde un punto de vista
económico, hay que tener migraciones completamente libres: eso reduciría la
desigualdad y la pobreza globales. Pero —en Europa, en particular— hay mucha
resistencia por muchas razones: económicas, culturales, étnicas, religiosas. Mi
temor fue que eventualmente íbamos a tener partidos xenófobos —y ya varios en
Europa— que dirían “Bueno, no queremos a nadie más, ya no más”. He escuchado
que “Holanda está llena”, como si fuera un hotel: se ocuparon todas las
habitaciones y no cabe nadie más.
—¿En qué consiste su propuesta de un camino
intermedio?
—A la gente se le permite ir a un país
si hay empleo y mantenerse allí por una cantidad de años, cuatro o cinco, de
manera completamente legal: con los mismos derechos, los mismos salarios,
las mismas protecciones, pero sin la posibilidad de acceder a la ciudadanía y
con la obligación de regresar a sus países. No digo que sea una idea feliz, no
soy muy entusiasta. La veo como una negociación, una manera de evitar que el
resultado final pueda ser que se suspenda del todo la inmigración y se pierda
una gran herramienta contra la pobreza y la desigualdad en el mundo.
—Un tema que se ha sumado desde la salida de
su libro es el impacto de la pandemia en la pobreza y la desigualdad. ¿Y en
estas dos formas de capitalismo, el liberal meritocrático y el político?
—China es la única de las grandes economías
que tuvo crecimiento positivo en 2020. Pero creo que sobre todo la pandemia
exacerbó el conflicto entre los Estados Unidos y China. Si ese conflicto
provino de razones geopolíticas, o no, hoy se ha desplazado al área de los
valores: los del capitalismo liberal y los del capitalismo político. Y eso, en
mi opinión, es extremadamente peligroso. Si no estamos de acuerdo en una
cuestión técnica, siempre podremos hallar una solución: una parte cedería un
poco, la otra también. Pero cuando se trata de valores, ¿cómo vamos a negociarlos?
En el futuro, cuando miremos al año 2020, lo veremos como un punto de
inflexión.
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