Hace unos días atrás leí un artículo en INFOBAE (léase maquinaria propagandística de la derecha latinoamericana), con el siguiente título: La Corte Penal Internacional investiga a Nicolás Maduro: qué pasó con los otros dictadores juzgados en La Haya (https://www.infobae.com/america/venezuela/2022/03/19/la-corte-penal-internacional-investiga-a-nicolas-maduro-que-paso-con-los-otros-dictadores-juzgados-en-la-haya/) la Infografías es de Marcelo Regalado, muy bien “hechita” para destacar lo que quieren destacar, es decir que van a juzgar a Maduro y “están haciendo los papeles” para la invasión “de Putin” a Ucrania, lo que nunca van a mencionar, ni en este ni en otros artículos referido a la CPI es lo que a continuación dejo sobre ella, por suerte leí este articulo en “la Pupila Insomne” de Iroel Sánchez(https://lapupilainsomne.wordpress.com/2022/03/19/juicio-internacional-a-putin-y-maduro-pero-no-a-bush-netanyahu-o-uribe-por-roberto-hernandez-montoya/), vale para conocer bien a este tal fiscal Karim Khan “que trabaja hace meses en la causa formal contra el régimen de Venezuela por la brutal represión de manifestaciones antigubernamentales en 2017”, pero ha decidido “engavetar” las acusaciones contra Uribe, Santos y Duque en Colombia, ("a pesar de la gravedad y masividad de los crímenes probados cometidos por las fuerzas de seguridad gubernamentales y los paramilitares de ultraderecha") y redireccionar la acusaciones contra USA en Afganistan, entre otras perlitas justiciera de este “gran magistrado”, que se quito la venda para mover la balanza hacia un solo lado.
(Por Roberto Hernández Montoya)
El Consejo de Ministros español ha decidido
el pasado martes 15 sumarse a otros 38 países que han reclamado al fiscal de la
Corte Penal Internacional (CPI) investigar y juzgar a Vladimir Putin por
crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o genocidio contra el pueblo
ucraniano.
«Esta guerra no le puede salir gratis a
Putin», declaró el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares por
televisión, y en una entrevista a El País el pasado 6 de marzo llegó
a decir: «Esta es la guerra de una persona, la guerra de Vladimir Putin».
Tanto Albares como la ministra portavoz,
Isabel Rodríguez, el propio Pedro Sánchez y otros ministros y cargos del PSOE
consideran que esta es «la guerra de Putin», una frase que repiten desde hace
días también una y otra vez machaconamente al unísono todos los medios de los
oligopios mediáticos españoles.
Todos ellos parecieran querer transmitir a la
opinión pública que de ser detenido, derrocado o asesinado Putin, se acabaría
la guerra y que con ello Rusia rectificaría su política expansionista e
imperialista.
La brutalidad de la invasión rusa, con el
reguero de muertos que deja a su paso, con millones de civiles huyendo con lo
puesto de su país devastado, concita lógicamente la conmoción y la solidaridad
de nuestra ciudadanía con ellos.
Este clima emocional, de solidaridad con las
ucranianas y ucranianos, y esa ira que se personaliza en Putin hace parecer
como normal reclamar su detención y juzgamiento por un tribunal
internacional.
No es casual tampoco que en estos días Joe
Biden llamara a Putin por primera vez «criminal» de guerra.
Es en ese mismo sentido que casi 40 países,
entre ellos España, decidieran pedir a la Corte Penal Internacional (CPI) -el
único tribunal existente a nivel mundial desde los Juicios de Nüremberg con
competencia para juzgar genocidios, crímenes de guerra y crímenes de lesa
humanidad- , que inicie los trámites para investigar y procesar a Putin por los
crímenes cometidos desde el inicio de la invasión el pasado 24 de febrero.
Aunque ni la Federación Rusa ni Ucrania son
estados miembros de la Corte el fiscal principal de la CPI, Karim Khan, ha
iniciado con una premura poco habitual las investigaciones sobre la base del
artículo 14 del Estatuto de Roma por el que se rige ese alto tribunal, que
contempla que cualquier Estado parte denuncie a otro país por crímenes de su
competencia.
El hecho de que fueran 39 países miembros los
que lo pidieran le ha permitido al fiscal abrir la investigación sin necesidad
de pedir permiso a la Sala de Cuestiones Preliminares de la CPI., algo poco
habitual y que permite agilizar enormemente el caso.
El reclamo sin duda sería justo dada la
gravedad de los crímenes ya cometidos por el régimen ruso… si no fuera porque
supone una grosera muestra de cinismo por parte de la Corte y de la ‘comunidad
internacional’.
Nadie
pagó por los crímenes de la ‘Guerra contra el Terror’
¿Cuál es la explicación del Gobierno de Pedro
Sánchez y de todos los otros países firmantes de ese reclamo a la CPI para
pedir ahora el enjuiciamiento de Vladimir Putin cuando ni los gobiernos del
PSOE ni los de esas decenas de países pidieron nunca juzgar a George W.
Bush por los reiterados y masivos crímenes de guerra cometidos con su Guerra
contra el Terror durante ocho años, en complicidad con Tony Blair y el
apoyo de José María Aznar?
¿Por qué nunca pidieron tampoco investigar y
procesar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, por las matanzas en
Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, por su política criminal cotidiana de años
contra la población palestina en los territorios ocupados ilegalmente por
Israel, a pesar de las repetidas resoluciones en contra de Tel Aviv aprobadas
en las Naciones Unidas?
La guerra unilateral y sin autorización de la
ONU contra Irak patrocinada por el tristemente célebre Trío de las Azores hace
19 años, justificada por la búsqueda de unas inexistentes armas de destrucción
masiva, provocó cientos de miles de víctimas y la devastación de un país.
Al igual que sucedió en Afganistán las tropas
estadounidenses y las decenas de miles de mercenarios de las compañías
militares privadas subcontratadas por el Pentágono aplicaron sistemáticamente
la tortura a los prisioneros con total impunidad, y humillaron y reprimieron
indiscriminadamente a la población civil.
Una gran masa de documentos de las fuerzas
armadas y los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos
desclasificados o filtrados por Wikileaks demostraron la magnitud de
esos crímenes y la trama que se urdió desde la propia Casa Blanca, el
Pentágono, el Departamento de Estado y el Departamento de Justicia
estadounidenses para darles cobertura legal e impunidad.
Nadie ha pagado ni política ni penalmente por
todos esos crímenes. El cómplice español de ellos, José María Aznar y los
miembros de su Gobierno, nunca se han disculpado siquiera por su
responsabilidad en involucrar a España en una guerra que devastó a un país,
alimentó el yihadismo e hizo del mundo un lugar aún más violento, inseguro e
inestable.
Aunque con la boca chica tanto Bush como
Blair se disculparon por su ‘error’, Aznar nunca lo hizo.
Barack Obama al llegar al poder prometió
investigar y castigar con firmeza aquellos crímenes de la era Bush pero ni
siquiera logró consenso para hacerlo en el Partido Demócrata y en su propio
Gobierno.
Reino Unido sí ordenó una investigación sobre
su participación en la guerra de Irak que concluyó en el Informe
Chilcot https://www.gov.uk/government/publications/the-report-of-the-iraq-inquiry de
2015 tras siete años de investigación. «En 2003 por primera vez desde la II
Guerra Mundial Reino Unido participó en la invasión de un país soberano», se
sostenía en el informe.
En él se criticaba con dureza que no se
habían agotado otras vías antes de recurrir a la acción militar. «Se
subestimaron las consecuencias y se fracasó en lograr los objetivos
establecidos».
A pesar de ello no hubo más que reprimendas
políticas sin consecuencias legales de ningún tipo.
Blair pudo así mantener el cargo que
ostentaba desde que dejó Downing Street en 2007, el de enviado especial para
Oriente Medio por el Cuarteto para la Paz (ONU, UE, EEUU y Rusia).
El ex primer ministro y líder del Partido
Laborista mantuvo ese cargo de enviado especial sin que se considerara
incompatible con ser al mismo tiempo asesor de la familia real de Kuwait, de la
empresa surcoreana UI Energy con intereses petroleros en el Kurdistán
iraquí, o que trabajara para Mubadala, poderoso fondo de inversiones de
los Emiratos Árabes Unidos.
Blair preside actualmente el Consejo Europeo
para la Tolerancia y la Reconciliación.
Ningún país, ningún gobierno ni conservador
ni socialdemócrata pidió en aquel momento tampoco que Bush, Rumsfeld, Rice,
Powell, Tenett, Bolton y otros altos responsables de EEUU fueran juzgados por
la Corte, a pesar de que esta ya había entrado en vigor el 1 de julio de 2002,
cuatro años después de que se aprobara en 1998 el Tratado de Roma, su carta
fundacional,
https://www.un.org/spanish/law/icc/statute/spanish/rome_statute(s).pdf
ratificado ya por 123 de los 183 países
firmantes.
Tampoco han pedido ninguno de esos países que
se juzgue a Benjamin Netanyahu.
Ni EEUU
ni Israel aceptan la jurisdicción de la Corte Penal Internacional
El artículo 25 del Tratado de Roma aclara que
solo pueden ser investigadas y procesadas personas individuales, no gobiernos
ni instituciones. Se puede juzgar a todo aquel que cometa el crimen, o lo haya
ordenado, propuesto, facilitado o instigado.
Estados Unidos no ratificó nunca el Tratado
de Roma por el que se rige la CPI. No lo hizo ni Bill Clinton, ni George W.
Bush, Barack Obama ni todavía al menos lo ha hecho Joe Biden.
EEUU votó en 1998 en contra al igual que
Israel, China, Irak, Yemen, Arabia Saudí, Turquía o Libia. Ni Irán ni Siria,
India, Turquía, Arabia Saudí o Rusia lo han ratificado tampoco. Rusia retiró su
firma del Tratado de Roma en 2016 ante el temor de ser acusada tras los sucesos
del Maidán en Ucrania y la anexión de Crimea.
En el caso de EEUU no solo ha rechazado la
competencia de ese alto tribunal para juzgar crímenes de guerra, genocidio o de
lesa humanidad que hubieran cometido ciudadanos estadounidenses, fueran estos
militares, agentes de Inteligencia, funcionarios públicos o civiles, sino que
incluso ha amenazado y sancionado a altos funcionarios de la Corte.
El ultraconservador republicano Jesse Helms,
que ostentaba en los años ’90 el cargo de presidente de la Comisión de
Relaciones Exteriores del Senado de EEUU llegó a decir: «La CPI es de hecho un
monstruo, y tenemos la responsabilidad de descuartizarlo antes de que crezca y
acabe devorándonos».
Basándose en el principio de justicia
universal la Corte tiene competencia para juzgar crímenes cometidos por
ciudadanos de un país no miembro en el territorio de un país que sí sea
miembro. La Corte solo puede actuar en los casos en los que los acusados no
puedan o no quieran ser juzgados por su país de origen.
Ese fue el argumento legal que utilizó en
2017 la fiscal principal de la CPI, la gambiana Fatou Bensouda, para solicitar
a los magistrados de la Corte autorización para investigar crímenes de guerra
cometidos en Afganistán -que sí es miembro desde el 1 de mayo de 2003, a
diferencia de Irak- por tropas, agentes de Inteligencia, mercenarios y otros
funcionarios estadounidenses.
Bensouda incluyó también entre los delitos
cometidos por fuerzas estadounidenses las detenciones ilegales y torturas
practicadas a prisioneros por agentes de la CIA en sus cárceles secretas
situadas en Oriente Medio, Asia y también en Polonia, Rumanía y Lituania, estos
tres últimos miembros de la Corte.
La CPI decidió rechazar inicialmente en 2019
el pedido de la fiscal pero tras ser recurrido ante su Cámara de Apelaciones en
2020 le fue autorizado iniciar el proceso.
Trump
sancionó a la Corte por investigar crímenes de EEUU en Afganistán
El Gobierno de Donald Trump respondió
inmediatamente con una Orden Ejecutiva por la que ordenó bloquear la entrada a
EEUU a todo funcionario de la CPI, al igual que a cualquiera de sus familiares,
congelando a su vez propiedades, bienes y cuentas bancarias que pudieran tener
en EEUU.
Joe Biden anuló esas medidas en abril de 2021
y dos meses después acababa el mandato de la fiscal principal Fatou Bensouda y
tras una reñida votación era sustituida por el criminalista británico Karim
Khan.
Éste, argumentando tener ‘recursos limitados’
para investigar, sumado a los problemas derivados del COVID-19 y la llegada al
poder de Afganistán de los talibán, anunció a los magistrados de la Corte la
necesidad de ‘reorientar’ la investigación en curso. «He decidido centrar las
investigaciones de mi oficina en Afganistán en los crímenes que habrían sido
cometidos por los talibanes y el Estado Islámico de la provincia del Khorasan,
en detrimento de otros aspectos de la investigación».
De esta manera años de investigación sobre
los crímenes cometidos por fuerzas de EEUU en Afganistán, recogida de pruebas y
testimonios, fueron tirados a la papelera para ‘reorientar’ la investigación.
La investigación llevada a cabo por la
anterior fiscalía incluía también los crímenes cometidos por los talibán, por
la red Haqqani y también por parte de soldados gubernamentales afganos, pero el
nuevo fiscal decidió ‘reorientar’ la causa y dejar fuera de las investigaciones
a las fuerzas estadounidenses.
La anterior fiscal, Fatou Bensouda, también había
solicitado durante su mandato autorización a los magistrados de la Corte para
investigar a Israel por las matanzas y crímenes cometidos en Gaza, Cisjordania
y Jerusalén este, y también por su política de ‘apartheid’ con la población
palestina. Igualmente incluía en sus investigaciones los crímenes que pudieran
haber cometido grupos armados palestinos como Hamás.
El Gobierno de Benjamin Netanyahu acusó a la
CPI de «antisemitismo» y rechazó colaborar en cualquier investigación. EEUU
salió rápidamente en su defensa y pronto le siguió Reino Unido, cuyo primer
ministro, Boris Johnson dijo: «Da la impresión de ser un ataque parcial y
prejuicioso contra un amigo y aliado del Reino Unido».
A esta crítica a la decisión de la Corte se
sumaron también Australia, Canadá, Alemania y Hungría.
La Autoridad Nacional Palestina, que
participa en la Asamblea General de Naciones Unidas como ‘estado observador’ y
en 2015 firmó el Tratado de Roma, sí aceptó la investigación, pero los
obstáculos puestos por Israel para investigar en los territorios palestinos que
ocupa han hecho que los trabajos avancen a cámara lenta.
Esta causa no ha concitado apoyo de la
‘comunidad internacional’ a pesar de que son muchos los países de todo el mundo
conscientes de los crímenes cometidos por Israel, y a pesar de que han votado
numerosas resoluciones en Naciones Unidas condenando a ese país por su ilegal
política de ocupación y de la expansión de los asentamientos de colonos judíos
en tierras palestinas.
Maduro,
el único mandatario latinoamericano investigado por la CPI
El manifiesto doble rasero de la CPI y la
‘comunidad internacional’ hace también que se vea normal que la Corte haya
demostrado gran agilidad a la hora de aceptar en 2018 el reclamo de cinco
países latinoamericanos gobernados todos ellos en su momento por la derecha,
Argentina, Perú, Chile, Paraguay y Colombia, a los que se ha sumado Canadá-
para investigar a Nicolás Maduro por ‘crímenes de lesa humanidad’.
La Corte abrió un examen preliminar por ese
caso y en 2021 el fiscal de la CPI Karim Khan anunció que ya iniciaba la
segunda etapa, la de una investigación formal. Khan visitó en octubre pasado
Venezuela -que sí es estado miembro de la Corte y reconoce su competencia-, se
reunió con distintos actores y con el propio presidente acusado, Nicolás
Maduro, con quien incluso compartió posteriormente rueda de prensa.
Si los actos represivos que pudieran haber
cometido las fuerzas de seguridad venezolanas, por graves que fueran, se
consideraran pasibles de ser considerados ‘crímenes de lesa humanidad’ cabe
preguntarse: ¿se extenderá esa calificación igualmente a los crímenes cometidos
por las fuerzas de Yair Bolsonaro en Brasil, o las del príncipe Mohamed bin
Salmán en Yemen, de Reccep Tayyip Erdogán contra la población kurda en Turquía
y en Irak, las de Mohamed VI contra la población saharaui o los crímenes
probados de tantos otros mandatarios?
En Colombia, a pesar de la gravedad y
masividad de los crímenes probados cometidos por las fuerzas de seguridad
gubernamentales y los paramilitares de ultraderecha aliados durante los
mandatos de Alvaro Uribe, Juan Manuel Santos y el actual presidente Iván Duque,
en 2021 el fiscal Khan decidió cerrar definitivamente la causa abierta 18 años
antes.
¿Qué credibilidad tiene entonces la Corte
Penal Internacional? El fiscal Carlos Castresana, que compitió con Khan y otros
candidatos al cargo de fiscal principal de la CPI recordaba en 2021 en una
entrevista en El País que » El 62% del personal [sobre un total de
300 fiscales] pertenece a Europa occidental, Canadá, Australia y Nueva Zelanda,
frente, por ejemplo, a un 17% de africanos».
Gambia, Sudáfrica, Burundi y otros países
africanos abandonaron la CPI al considerar discriminatoria la decisión de la
Corte de investigar mayoritariamente crímenes cometidos en África.
Ni Rusia ni Ucrania son estados parte de la
CPI pero ese alto tribunal está actuando con celeridad para buscar la fórmula
legal que aún así le permita aceptar el reclamo de investigación hecho por 39
países, entre ellos España.
Según algunos juristas el hecho de que el
Gobierno de Zelenski haya convocado a la población civil a armarse y a fabricar
explosivos caseros para usarlos contra los soldados rusos, por lógica que
parezca esa resistencia, podría convertir a esos civiles en ‘objetivos
legítimos’ de ataque según el Derecho Internacional Humanitario, complicando
legalmente una causa contra Putin.
España, con una legislación que aún en 2022
impide juzgar los crímenes del franquismo y que en 2014 recortó drásticamente
en su ordenamiento jurídico el principio de jurisdicción universal, sí se
muestra ahora ágil para buscar vericuetos legales que le permitan declararse
competente para una investigación preliminar por los crímenes ordenados por
Putin en Ucrania.
La Fiscalía General del Estado abrió ya el
pasado 8 de marzo diligencias prejudiciales en ese sentido.
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