¿Así se hace un país?
(Por Ernesto Tenembaum)
En el mundo de los economistas argentinos Carlos
Rodríguez es reconocido como un destacado macroeconomista, más allá
de la mirada ideológica de cualquiera que lo evalúe. Esa valoración era
compartida por Javier Milei, quien llegó a considerarlo uno de los cinco
mejores economistas que había conocido en su vida. Por eso, tal vez, lo eligió
como el jefe de su equipo de economistas en la campaña presidencial. Si la
personalidad de Rodríguez coincide con lo que se refleja en sus posteos
de X, parece además un hombre de pocas pulgas, tal vez un poco
cabrón.
Es, además, un ortodoxo: a brocha gorda, eso
quiere decir que prefiere menos impuestos a más impuestos, menos intervención
del Estado a más intervención del Estado, menos aranceles a más aranceles, un
Estado chico a un Estado grande, y considera una herejía la intervención en el
sistema de precios o cualquier exceso en el gasto público. Ha sido un hombre
clave en la construcción del Centro de Estudios Macroeconómicos (CEMA), un
ya clásico think tank de la ortodoxia argentina. Todo eso
junto –la mezcla de academia, carácter un tanto irascible y manejo de las
redes- lo ha transformado en un participante ineludible en el debate que rodea
al programa económico de Milei y de Luis Caputo.
El jueves pasado, Rodríguez hizo un aporte certero. Por esas horas, el oficialismo celebraba el informe de evolución del producto que había difundido el Indec, porque reflejaba cierta reactivación de la economía. Esos datos eran discutidos por algunos economistas, en gran medida porque les parecía inconsistente que la economía empezara a crecer de nuevo en medio de una subida dramática de las tasas de interés y de la inestabilidad preelectoral. Pero Rodríguez no se refirió al debate sobre la consistencia de la información –que existe y es muy relevante- sino que se fijó en la evolución dispar de distintas áreas de la economía. Entonces publicó este gráfico:
(El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) es un indicador que mide el nivel de actividad económica en Argentina de forma mensual. Este indicador refleja la evolución de distintos sectores de la economía, como la industria, el comercio, la construcción y los servicios, y sirve como una estimación del Producto Bruto Interno (PBI). El EMAE permite anticipar las tasas de variación del PBI trimestral y se publica con un rezago de 50 a 60 días después de finalizado el mes de referencia.)Allí se puede ver cómo evolucionaron la
construcción, la industria manufacturera, el comercio y la intermediación
financiera desde 2022. Los primeros tres sectores –que emplean al 48 por ciento
de la fuerza de trabajo- se mantuvieron estables entre 2022 y 2023, se
desplomaron en el primer año de Milei, y se recuperaron levemente en el
segundo. La construcción y la industria se redujeron desde 2023 en un diez por
ciento. Lo único que creció -¡un cuarenta por ciento!- fue la
intermediación financiera, que emplea apenas a poco más del 2 por ciento de los
trabajadores.
Rodríguez escribió: “Se profundiza el modelo
erróneo de Milei. Los datos del INDEC demuestran que los sectores básicos
de la economía -Comercio, Industria y Construcción- están retrasados respecto
del promedio ( EMAE) y el sector más favorecido es la Actividad
Financiera. Los datos hablan por sí solos. No hace falta saber estadística
para darse cuenta que la argentina productiva corre muy por debajo de la
argentina financiera. Así no se hace un país”.
Esa advertencia, entre tantas otras, se produjo
en una semana donde se multiplicaron dolorosos episodios de despidos, cierre de
empresas, retiradas de emprendimientos internacionales que eran adquiridos por
empresarios argentinos o reconversión de fábricas en importadoras. Marcas
clásicas como Essen, Whirlpool, Frávega, SKF, Granja Tres Arroyos,
Carrefour atravesaban algunos de esos procesos o varios al mismo tiempo.
Así las cosas, Argentina transita en dos
universos distintos. Por un lado, el oficialista, que parece de fiesta, mimado
por el reciente éxito electoral, la serenidad financiera, el apoyo
norteamericano y la desintegración del peronismo. Por el otro lado, hay un
entramado de referentes de la producción y el trabajo, y de economistas de
primer nivel, preocupados por el rumbo que el Gobierno confirma a cada paso,
sin ninguna autocrítica, pese a los porrazos preelectorales.
En ese contexto, resulta interesantísimo
revisar la exposición que hizo Paolo Rocca, el titular de Techint,
hace unos diez días, en la convención industrial de la UIA. De esa intervención
trascendió una advertencia precisa: “La apertura racional implica política
industrial, entender qué cadena de valor hay que apoyar y en qué cadena de
valor aceptamos otro rol. Doy un ejemplo. El año pasado importábamos 5 mil
lavarropas por mes. Este año importamos 87 mil por mes. En un año pasamos
de importar 10 mil heladeras por mes a 80 mil. Los clientes tienen que tomar
decisiones: ¿produzco y doy valor agregado o cierro y uso la cadena comercial
para distribuir productos importados? Ahora, ¿cómo guiamos esas decisiones?
¿Dejando que las fuerzas que presionan sobre esto actúen libremente –el exceso
de capacidad en China, la dificultad en competir de nuestro país? No es lo que
hacen todos los países del mundo”.
Pero lo más interesante no fue ese párrafo sino
el momento en que Rocca explicó el trasfondo mundial donde se presentan esos
desafíos. “El cambio de la situación en el mundo ha sido brutal. Es el final de
un ciclo que se abrió en los años noventa con la caída del muro. Si no era el
fin de la historia, era una historia más estable. Todo esto ha terminado. Estos
cambios surgen de la ambición de China a poner en cuestión la posición
hegemónica de los Estados Unidos en todos los ámbitos. China tiene el 34
por ciento de la manufactura de todo el mundo, una agresiva expansión militar,
especialmente en el sector naval, con un control del mar del Sur de
China, una política decidida para ser líder en tecnología, desde los
semiconductores hasta la inteligencia artificial. En 2015 cuando China hace de
Made in China el principio guía de la gestión de Gobierno, alinea todo el país
y logra éxitos impresionantes”.
La expansión china generó, para Rocca, la apelación
a medidas económicas que parecían archivadas durante la globalización y
hoy son recursos habituales en los principales países del mundo. “Las
decisiones de los Estados Unidos son de una intervención activa en todos los
ámbitos. No se limita a sanciones, a tarifas, se extiende a intervención en
capitales de distintas empresas, a restricciones de exportaciones, a
prohibiciones de acción. Europa está reaccionando tomando decisiones igualmente
agresivas. Lo mismo está haciendo Canadá, lo está haciendo México. Lo están
haciendo todos los países del mundo”.
Su preocupación respecto de la Argentina se
deriva de ese análisis global. “Como país esto implica volver a pensar en
términos de política industrial, desarrollos sectoriales, áreas que tengo que
defender, áreas donde es necesario promover la transformación, intervención
activa para los objetivos de largo plazo. Argentina es un país grande que
no puede apoyarse solo sobre una sola cadena de valor. La energía, la minería,
el sector agropecuario no alcanzan. Necesita una fuerte estructura industrial.
Estoy convencido de eso. La industria es esencial para la cadena de
transformación y para dar empleo de calidad, innovación. Si ustedes ven cómo en
Estados Unidos la asociación entre industria e innovación es muy estrecha”.
Por más que Rocca haya defendido el enfoque
fiscal del Gobierno, su planteo parece antagónico respecto de las convicciones
más profundas de Javier Milei y su equipo. Por eso, el secretario de
Industria, Pablo Lavigne, respondió que “la mejor política industrial
es la que no existe”. Cualquier industrial podría responderle que la apertura
indiscriminada, con altas tasas de interés y este tipo de cambio constituye
toda una política industrial, en el peor sentido del término. En cualquier
caso, Rodríguez hacía su advertencia, Rocca sumaba la suya y el Gobierno no los
escuchaba.
En el mismo momento, la Unión Obrera
Metalúrgica difundía datos que reflejaban una “pérdida histórica” de
puestos de trabajo en el sector. “La política económica actual, marcada
por la apertura indiscriminada de importaciones, la irresponsabilidad en la
administración del comercio exterior y la falta de una política industrial está
pulverizando el entramado productivo nacional. Desde la asunción del Gobierno,
nuestro sector registra la pérdida de 26 mil puestos de trabajo. Detrás de
cada número, hay familias, empresas y pueblos brutalmente golpeados. Hemos sido
testigos del cierre de empresas metalúrgicas históricas como Whirlpool, Essen,
SKF autopartes, KTM motos así como numerosas fábricas de baterías y autopartes.
Estas empresas produjeron, invirtieron y generaron empleos durante décadas”.
Los voceros del oficialismo sostienen que no se
trata de la destrucción del entramado productivo sino de su reconversión
hacia otro más competitivo y eficiente. Tal vez sea así. Por ahora, los datos
de empleo lo desmienten. En los últimos dos años, el momento más productivo de
Vaca Muerta, la provincia de Neuquén apenas generó 7 mil puestos de trabajo
registrado, los mismos que perdió Santa Cruz. En total, en este mismo período
se perdieron 192 mil. Si esa dinámica se profundiza, los daños van a ser
mayores.
La lista de grandes referentes de la economía
argentina está integrada por Rodriguez pero también por Roberto Frenkel,
otro ex referente y profesor de Javier Milei. Se trata de hombres de la misma
generación pero que pertenecen a dos mitades distintas del mundo: la ortodoxia
el primero, la heterodoxia el segundo. Esas dos mitades muchas veces se han
enfrentado con miradas antagónicas. Pero ahora en ambas domina la preocupación.
“Tratar de bajar la inflación usando el tipo de cambio como ancla termina
generando una crisis cambiaria. Esto viene de lejos, desde que Álvaro Alsogaray
devaluó en la década del 50 y luego usó el ancla cambiaria, tenemos una crisis
de balanza de pagos. No es novedad. Es algo familiar. Martínes de Hoz uso la
tablita en los años 1979/1980”, declaró Frenkel. “La macroeconomía tiene una
inercia en la tendencia de la actividad. La gente no se decide a abrir un
restaurant cuando las pymes están pasándola muy mal como ahora. El empleo está
sufriendo mucho”.
¿Así se hace un país?
El Gobierno cree que sí. Y tiene toda la
legitimidad para profundizar su experimento luego del resultado electoral. Así
lo hará, como es obvio.
Abróchense los cinturones, dijo el Presidente.
Tal vez sea prudente escucharlo.

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