a.F. ó d.F.
Allí estábamos en el teatro del CEADEN, era una
reunión ordinaria como la de cualquier mes de nuestro comité de base de la UJC
(Unión de Jóvenes Comunista) del Dpto. de Física de los Materiales, no recuerdo
todos los detalles pero discutíamos sobre cosas corrientes que pasaban en el
país, era el año 1990, hacía dos años muchos de nosotros habíamos regresado de
la URSS, habíamos vivido desde 1985 "La Perestroika" y más que nada
la "Glasnost", creíamos (ingenuos nosotros) que en Cuba, que había comenzado
un proceso de rectificación en 1986, encabezado por Fidel, se podía decir de
todo, error craso. Que desde la cúpula se diga que "ahora si vamos por el
camino correcto", no quiere decir que "todos" sigan su ritmo.
Alguien oso expresar en aquella reunión (y otros lo asentimos) que "en
Cuba había culto a la personalidad de Fidel", allí mismo se "armo la
de San Quintín", solo que en aquella "escaramuza" no murieron ni
franceses, ni españoles, tampoco nosotros, a pesar de dar argumentos (validos o
no, no viene al caso) los que estábamos allí sufrimos, la arremetidas de los
"nuevos Filibertos". Aquello marco mi vida, todo lo que paso después
fue una experiencia que contribuyo a mi formación como individuo, y a colocarme
desde el lugar que hablo hoy.
Si hay algo que aborrezco desde entonces es
"impedir que otro se exprese", y esto es absoluto, venga de donde
venga la opinión, como diría entonces, si vos tienes la potestad de expresarte,
yo también, mas allá de que tu opinión o la mía estén mas cerca de la verdad o
no, esto siempre lo hablo entre ciudadanos corrientes, el problema esta cuando
esto se ejerce desde un medio privado o estatal, donde como dije alguna vez
"tu micrófono es más potente que el mío", ahí entonces juegan otras
consideraciones que no vienen al caso profundizar, pero que marcan una
diferencia abismal.
Todos tenemos derecho a escribir de Fidel, ya nunca
más la historia de mi país se podrá redactar sin mencionarlo, unos lo harán
"maldiciendo su existencia" y otros agradecidos de las cosas buenas
que hizo, sin por supuesto marcar desde determinadas posiciones las cosas que
no se hicieron tan bien y hasta las cosas muy malas que se hicieron. Adelanté
la anécdota del inicio porque lo sucedido entonces me sirvió para acercarme a
su figura desprovisto de todo dogmatismo y con la libertad de expresarme donde
quiera que me encuentro.
Saberse humilde, nacido en una cuna de hombres de
trabajo, descendiente de gitanos (los últimos en Cuba), etnia mil veces
discriminada y vilipendiada desde el siglo X, te hace ver con otros ojos lo logrado
por los humildes en Cuba después que una generación encabezada por Fidel
decidió marcar nuestra historia en un "antes
de Fidel (a.F.) y después de Fidel (d.F.)". Esto no quiere decir que a
este ser humano se le trate como a un Dios ni mucho menos, por el contrario se
lo vea como escribí espontáneamente hace poco en un blog "como el producto
de un pueblo que se debía a si mismo vivir soberano e independiente y eso amigos,
tiene un costo muy grande sino miremos al Mundo"
En este planeta Tierra, donde habitan tantos
políticos con "traje Armani", y unos cuantos millones en paraísos
fiscales, discurseando de erradicación
de la pobreza, de salud y educación, en pleno siglo XXI, en países llenos de
recursos naturales, industrias y sin bloqueo de nadie, rescato dos cosas
fundamentales de la labor de Fidel en Cuba, la preocupación por los humildes
desde la hora cero, para llevar salud y educación a las grandes mayorías en un país pobre,
tercermundista. ahogado por la potencia más grande desde Roma y la tan deseada
soberanía que reclamaba a gritos un pueblo desde 1868. De las cosas que no me
han gustado ya ha habido y seguirá habiendo espacio en este blog para llamarme a la reflexión, pero hoy porque
me acoge el sentimiento "no quiero emborronar cuartillas".
Les dejo lo escrito por otro y su mirada sobre
Fidel.
Fidel es una cultura
(Por Iroel Sánchez, su blog "La pupila insomne")
Desde que tengo uso de razón política estuve oyendo
hablar sobre qué pasaría el día que Fidel no estuviera al frente de Cuba.
Recuerdo un documental de la Escuela de Cine de San Antonio que vi hace años en
una de las Ferias del libro que se hacían en Pabexpo: Un hombre habla por un
teléfono público y le disparan a boca de jarro la pregunta de marras, “la
debacle”, respondía el interrogado con una expresión facial acorde con esas dos
palabras.
Tampoco hubo vez en que saliera de Cuba antes de
2006, cuando Fidel enfermó gravemente y delegó sus responsabilidades al frente
del país, en que no me hicieran la consabida pregunta que la realidad se ha
encargado de responder.
Pero… ¿por qué se asocia tanto el destino de un país
al de una persona, se sea amigo o enemigo del signo que esta,
indiscutiblemente, ha impuesto al destino de Cuba y más allá?¿por qué ostenta
el récord de ser el líder contra el que más intentos de asesinato se han
fraguado?¿cómo es posible que a pesar de haber sido tratado de modo hostil por los
principales medios de comunicación del planeta donde quiera que viajó fue
acogido fervorosamente por las multitudes?
Cuba fue la última nación americana en liberarse del
colonialismo español. España concentró contra los patriotas cubanos toda su
fuerza en tres guerras en las que el genio militar y político de los más
capaces hijos de la Isla, aunque arrinconó a uno de los imperios más poderosos de la historia, fue
golpeado en los momentos críticos por la división. Los norteamericanos
aprovecharon la muerte de los más prestigiosos líderes independentistas
-Antonio Maceo y José Martí- para escamotear la independencia, dividiendo y
corrompiendo a muchos cubanos con trayectoria insurreccional. Tuvieron que
pasar más de dos décadas para que una nueva generación retomara a Martí,
rescatara su ideario antiimperialista y lo proyectara junto al pensamiento
marxista como solución para los males de una república dependiente y corrupta.
El pueblo cubano entonces parió hombres como Julio
Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras, que juntaron el
pensamiento martiano y el ideario socialista con la acción revolucionaria pero
que no sobrevivieron al proceso llamado Revolución del 30 que de manera
importante ellos contribuyeron a gestar desde inicios de la década de los años
veinte del siglo pasado pero que nuevamente fue golpeado por divisiones entre
las fuerzas revolucionarias. La embajada
de Estados Unidos conspiró con el que sería su hombre fuerte a partir de entonces,
Fulgencio Batista, y con el discurso del
“Buen Vecino” logró restablecer el control de la situación. Se generaron
entonces nuevos engaños y frustraciones.
Aunque una Constitución proclamó en 1940 derechos
muy avanzados para la época, en periodos electorales sucesivos las fuerzas
políticas que se proclamaron herederas de la Revolución del 30, una vez
llegadas al poder, se revelaron como
corruptas y serviles a la dominación norteamericana. El Partido Comunista se
había desangrado políticamente, obedeciendo la orden de Moscú de crear Frentes Populares,
y acudiendo a las primeras elecciones regidas por la nueva Constitución en
alianza con el mismo Batista que al servicio del imperialismo había dado el
tiro de gracia a la Revolución del 30. Un nuevo Partido político con el nombre
de Ortodoxo, en cuyas filas militaba el joven abogado Fidel Castro, capitalizó
el descontento popular bajo el lema “Verguenza contra dinero”, su líder
atrapado en una denuncia que no pudo probar se suicidó, y a las puertas de las
elecciones donde ese Partido tenía la victoria segura, un golpe de estado
encabezado por Batista cambiaría radicalmente la situación.
Ante la inacción del Partido al que pertenecía y
agotadas las vías políticas, Fidel Castro abraza la vía armada, organiza en
secreto un selecto grupo de jóvenes y sorprende a la nación el 26 de julio de
1953 asaltando la segunda fortaleza militar del país, con la demostración
palpable de que él y el Movimiento que encabeza están dispuestos a jugarse la
vida por realizar los sueños con que tantas veces habían engañado a los
cubanos. Su discurso de autodefensa, difundido clandestinamente desde la
prisión, fue el programa revolucionario
que le ganó el apoyo popular, avalado porque esta vez la palabra y los
hechos se encontraban sin demagogia. Habían regresado Martí, Maceo, Guiteras,
Mella y Rubén en una sola persona. Fidel era el organizador y el hombre de
acción, el intelectual y el político con ética, el líder dispuesto a jugarse el
pellejo para probar sus ideas. El pueblo mil veces engañado vio en él todo eso
y decidió lanzarse otra vez a la Revolución.
El resto es conocido. Se podía hacer una revolución
sin el ejército o con el ejército pero no contra éste, y Fidel rompió el dogma.
Fresco aun el crimen de la CIA contra la Revolución guatemalteca de 1954,
tampoco un gobierno latinoamericano podía desafiar a Estados Unidos y menos
hacer una Reforma agraria que afectara intereses norteamericanos, Fidel volvió
a romper el dogma y desde entonces saltaron por los aires los imposibles en
Cuba. Pero no fue suficiente, en África eran invencibles los mercenarios
blancos y el ejército racista sudafricano hasta que negros y mestizos dirigidos por Fidel demostraron lo
contrario. Como ha escrito el historiador Piero Gleijeses, en África Cuba
humilló a una potencia de la Guerra fría –EEUU- y desafió a la otra –la Unión
Soviética-, actuando por motivaciones propias a favor de los pueblos africanos.
Imposible era también que la Revolución se
mantuviera en el poder en Cuba tras la desaparición de la URSS, que un país del
Tercer Mundo compitiera en productos biotecnológicos con los del Primero y
viviera de exportar servicios profesionales pero los cubanos guiados por Fidel
lo posibilitaron.
Había que matarlo porque Fidel es la posibilidad de
que los postergados, los de abajo, hagan posible lo que siempre les han negado.
Y no bastaba con matarlo, había que desacreditarlo. “Revolución es no mentir
jamás”, ha dicho el hombre sobre el que quizás más se haya mentido.
Hace diez años que Fidel no gobierna en Cuba y cada
día vivido desde entonces ha sido un día de derrota para sus poderosos
enemigos. Un día en que se recuerda que no pudieron vencerlo ni con la guerra,
ni con el asesinato; ni con el bloqueo económico, recrudecido después de la
caída de la Unión Soviética.
Esa victoria no tendría sentido si la Revolución no
continúa. Fidel no hubiera trabajado intensamente todos estos años, no hubiera
consagrado su vida a la educación de su pueblo, si no es para que la Revolución
lo sobreviva.
Pero con excepción de Cuba, solo países de geografía
numerosa, lejanos de EEUU, con masa crítica demográfica, cultura milenaria y
lengua propia han resistido de manera prolongada la hegemonía norteamericana.
“Fidel es un país”, escribió Juan Gelman pero eso
era a inicios de la Revolución. Hoy
Fidel es una cultura, una geografía de la justicia y la soberanía, un
lenguaje de la solidaridad que une a muchas personas más allá de las fronteras
de Cuba. La Revolución sobrevivirá si mantiene viva esa cultura.
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