Esto escribí en el 2011, no se porque este fin de semana me vino a la mente, ¿o si?, de los humildes como nosotros solo se acordaran nuestros seres queridos,...
Somos nuestra memoria, somos
ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos
(Jorge Luis Borges)
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Siempre quise decir esto. La
memoria no es mas que un alumbramiento, una luz, antes de la próxima oscuridad,
se muere con nosotros, salvo, que alguien que nos ha amado con devoción hasta
la medula y ha hecho lamer nuestros huesos unos segundos antes, de dejar el
techo del Hospital, en aquella camilla helada, decida hacer uso de un recuerdo
impulsado por un recuerdo que yo le he contado.
Si esto no pasa, allí caerá
un abismo, que el negro del gato de mi vecino no será mas que un gato pardo, porque la inmensidad que por lo
pronto no le hemos podido colocar color, será eso exactamente o algo parecido a
un cartucho roto de la bodega de la esquina donde nací.
Por lo contrario si alguien
o ella decide, no solo en alguna fiesta de fin de año próximo, apelar a su
memoria, que será la de ella con un pedazo de pan de la mía, volverá un
destello, una nueva aparición de Zaratustra y su fuego, y entonces no habremos
muerto, al menos del todo, y la memoria seguirá existiendo hasta la próxima
oscuridad de ella, salvo, …
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