EL
MIEDO DE LOS MERCADOS
(Por Ricardo Aronskind, en el blog de Horacio
Verbitsky "EL COHETE A LA LUNA")
Para
Trump la Argentina es un país con un liderazgo vencido, que clama por ser
conducido desde el norte
Hace agua la política económica macrista, que
no es sino la política económica del establishment argentino. Pésimos
resultados productivos, sociales, externos. Argentina colocada por la política
de endeudamiento irresponsable del gobierno al borde de la cesación de pagos
externos, sólo evitada por el apoyo político del gobierno de Estados Unidos a
este rumbo catastrófico, a través de los increíbles préstamos, perdones y
excepciones constantes del FMI.
En un contexto de tembladeral cambiario,
bursátil y financiero reiterado, lo que el gobierno y la inmensa mayoría de
medios afines instala es que el calamitoso cuadro de situación tendría que ver
con el “miedo de los mercados” al retorno del populismo. Llama la atención el
absurdo lógico de plantear, en medio de un fracaso estruendoso de la política
económica actual, el temor a abandonar esta política que sólo ofrece “sangre,
sudor y lágrimas”, pero no en función de la victoria, como en el caso de Gran
Bretaña en la Segunda Guerra, sino de la derrota de la sociedad argentina.
El machaque con el sonsonete del “miedo de
los mercados” debe escucharse como la exigencia de las corporaciones a que se
garantice la continuidad futura de sus actuales negocios y se les ofrezcan
próximamente nuevas oportunidades de altísima rentabilidad.
Ya se ha logrado en diversos países de
América Latina consolidar un régimen político estable y sin alternativas
reales, que sirve exclusivamente para garantizar la rentabilidad de grandes
grupos empresarios independientemente de la suerte del resto la sociedad. Ese
modelo político-económico no se ha logrado implantar en forma permanente en
nuestro país precisamente por las incoherencias de los grupos dominantes y del
tipo de gobiernos que propician.
En la cúpula económica de la sociedad no hay
preocupación alguna de ofrecer ningún horizonte de progreso, ni de compartir el
fruto de ningún éxito económico con nadie, sino de reforzar el dominio político
sobre las instituciones para maximizar la rentabilidad y avanzar sobre el
conjunto de las actividades sociales de las cuales se pueden obtener ganancias.
Agenda
del fracaso modelo 2019
El fallido gobierno macrista, fiel a su
relato sobre el peligro populista, intenta profundizar el argumento
publicitario del miedo de los mercados generando una escena de “coincidencias
entre gobierno y oposición” que llevaría tranquilidad a los supuestamente
atribulados mercados. En el mundo de la pos-verdad, no importa la realidad
material, no importan los datos ni los hechos sino las ideas, las percepciones
y las expectativas de los actores, por más irracionales, fantasiosas y faltas
de sustento que sean. Por los pasillos del gobierno está circulando una
propuesta de un documento de coincidencias entre Cambiemos y sectores del PJ,
que nos proponemos analizar muy brevemente, diseñado para calmar mercados. Son,
de hecho, diez puntos económico-políticos muy importantes, que sintetizan las
aspiraciones de los acreedores externos, los bancos, los proveedores de
servicios públicos, los monopolios locales y extranjeros, y el capital en
general, para la Argentina de las próximas décadas.
Los puntos, y nuestros comentarios, son los
siguientes:
Lograr y mantener el equilibrio fiscal.
El logro del equilibrio fiscal nunca puede
ser una meta en sí misma, sino subordinada a cuestiones más relevantes, como la
del desarrollo económico. Pero además, en el caso argentino actual, esa meta
suena ridícula cuando el gobierno promueve un gigantesco desequilibrio
cuasi-fiscal, provocado por el pago de intereses de la deuda pública, que ya se
estima en el 4% del PBI para este año. En otros términos: se está proponiendo
postergar toda acción pública ampliatoria de la demanda y el consumo, para
poder pagar más y más intereses al capital financiero local y externo, ya que
se rechaza recaudar más impuestos de los sectores que podrían pagarlos.
Sostener un Banco Central
independiente, que combata la inflación hasta llevarla a valores similares al
de países vecinos.
Se vuelve otra vez con la fantasía del Banco
Central independiente. Es una patraña global, para instalar la idea que al
banco central lo controlen “expertos”, que en realidad son representantes del
capital financiero privado, instalados en lugares claves de las principales
instituciones públicas. Es una forma de sustraer el control monetario de la
sociedad y entregárselo a los financistas. Para colmo, en el caso de éstas
dirigencias latinoamericanas subdesarrolladas, rechazan que el Banco Central
cumpla ninguna otra función que la custodia de la estabilidad monetaria –como
se puede observar en la gestión Cambiemos—, cuando en países centrales, los
bancos centrales velan también por el crecimiento y el empleo.
Mayor integración al mundo,
promoviendo el crecimiento sostenido de nuestras exportaciones.
El objetivo parece loable, pero la traducción
en la práctica neoliberal argentina es: aperturas importadoras que destruyen la
producción local, y libre movilidad de capitales financieros –el tembladeral
del cual disfrutamos constantemente desde el año pasado— para que el capital
global pueda hacer sus negocios a costa de nuestra estabilidad macroeconómica.
Lograr una mayor inserción y diversificación exportadora es útil y necesaria,
pero nunca resultan ser esas las verdaderas prioridades de los neoliberales
periféricos. Además el contexto internacional es especialmente complicado para
lograr grandes hazañas exportadoras, en un momento de fuerte proteccionismo en
los países centrales.
Respeto a la ley, los contratos y los
derechos adquiridos con el fin de consolidar la seguridad jurídica, elemento
clave para promover la inversión.
El respeto a la ley no puede ser
independiente de que la ley tenga sentido. Cuando los funcionarios neoliberales
en connivencia con el sector privado firman acuerdos ruinosos o de saqueo de
los recursos de los ciudadanos, de las provincias o del patrimonio público
(como ocurrió, por ejemplo, en los ’90), nadie puede pretender que en nombre
del “respeto a la ley” se prosiga con situaciones inviables económica y
socialmente. Los derechos adquiridos tienen sentido en contextos históricos
concretos. La derecha muestra su completa impostura ideológica y su doble
standard social, cuando brega incesantemente por arrasar con los derechos
adquiridos de los trabajadores.
Creación de empleo a través de una
legislación laboral moderna.
Nuevamente el cuento de que el empleo se crea
precarizando a los trabajadores y atomizando su representación hasta que
desaparezca. No funciona así, salvo que se esté soñando con una factoría de
esclavos, que compita con los peores países del mundo. El empleo se crea con
crecimiento económico, con ampliación de las actividades tanto públicas como
privadas en áreas de interés social, con una sociedad focalizada en la producción
y no en la timba financiera. La flexibilización y precarización laboral –a la
que llaman legislación laboral moderna— sólo sirve para debilitar a
los trabajadores individual y colectivamente y para transferir parte de sus
salarios a las empresas, sin necesidad de que estas inviertan. El día que haya
un proyecto productivo genuino, será razonable discutir cuáles son las
modalidades de contratación más adecuadas para ambas partes.
Reducción de la carga impositiva, a
nivel nacional, provincial y municipal y enfocada en los impuestos más
distorsivos.
Nuevamente la cantinela de la elevada carga
impositiva. Jamás aparece la preocupación por la eliminación de la enorme
evasión y elusión impositivas, un verdadero deporte local, por el cual se
pierde recaudación equivalente a 5 puntos del PBI. Nadie puede estar en contra
de eliminar despilfarros en el gasto público o de aliviar el pago de impuestos
a sectores y regiones débiles o que deben ser estimulados. Pero la lógica
sistemática de la reducción impositiva está en línea con la demanda del capital
que puja constantemente por desfinanciar –en todo el globo— al gasto público
social para incrementar sus beneficios. Nunca se debe olvidar que la mayor
presión impositiva del mundo se encuentra en los países escandinavos, y la más
baja –el paraíso para nuestros neoliberales— en África.
Consolidación de un sistema
previsional sostenible y equitativo.
¿Adivinen de qué se está hablando? Acertaron:
de una reforma previsional para que los aportes de los asalariados de altos ingresos
vayan a parar a empresas administradoras de fondos de pensión, pertenecientes a
la banca local o extranjera. Como en los ’90, eso generaría un grave problema
fiscal al Estado y un excelente negocio rentístico a un puñado de empresas.
Como ocurre hoy en Chile, esa reforma no estaría orientada a que los jubilados
tengan ingresos dignos, sino a que los capitales financieros tengan un nuevo
negocio asegurado por la legislación pública. Sólo el desarrollo económico y un
Estado muy eficiente pueden garantizar en el largo plazo que los jubilados
tengan masivamente un buen pasar.
Consolidación de un sistema federal,
basado en reglas claras, que permitan el desarrollo de las provincias y que
impidan que el Gobierno nacional ejerza una discrecionalidad destinada al
disciplinamiento político.
El ejercicio de un genuino federalismo, entendido
como una extensión de los principios democráticos, no puede ser confundido o
usado para debilitar al Estado nacional, como se hizo en la década del ’90. La
globalización neoliberal propugna, en todo el mundo periférico, el
debilitamiento de los Estados nacionales a favor del avance del poder de las
firmas multinacionales. Derechos federales sí, pero que no se solapen con el
objetivo de empoderar a las corporaciones locales y extranjeras para mejorar su
capacidad de lobby sobre autoridades locales cada vez más débiles e
influenciables. La debilidad productiva de muchas de nuestras provincias no se
resolverá por contar con unos puntos más de coparticipación federal, sino con
un plan nacional de desarrollo.
Asegurar un sistema de estadísticas
transparentes confiable y elaborado en forma profesional e independiente.
Inobjetable en principio. Luego habría que
discutir cuales son las estadísticas que necesita la Nación para estudiar y
afrontar sus problemas sociales, regionales, etc., y cuáles son las que hoy
están disponibles. No necesariamente cumplir con los standards metodológicos
internacionales hace que se cuente con un sistema de información pública
funcional para resolver nuestros propios desafíos. Como esta dirigencia no
tiene proyecto alguno de país deseable, no necesita reflexionar sobre la
pertinencia de las estadísticas con las que contamos.
Cumplimiento de las obligaciones con
nuestros acreedores.
El último punto, pero el principal de todas
las coincidencias, las convicciones y los criterios que tiene la actual
dirigencia política argentina. Este verdadero mandamiento sagrado oculta que
las “obligaciones con nuestros acreedores” no brotaron de la naturaleza sino
que fueron contraídas mediante políticas económicas (1976, 1989, 2015),
dirigidas específicamente a satisfacer las necesidades del capital inversor
global, poniendo a su disposición las finanzas públicas de un país periférico y
dependiente. La política neoliberal macrista está transformando al Estado en
una aspiradora del excedente económico argentino para destinarlo a pagar los
servicios de una deuda que no sirvió en absoluto para aumentar las capacidades
productivas o exportadoras del país. La deuda planteará severos problemas para
el despegue de la economía nacional, en especial por la intromisión política
del FMI, con su repertorio de recetas subdesarrollantes, en la regulación de
nuestra economía. Como en el caso del cumplimiento de la ley, este compromiso
tiene sentido en tanto no ponga en juego la supervivencia material de los ciudadanos
y de la vida en sociedad.
El hundimiento de la imaginación neoliberal:
Da pena el espectáculo de una parte de la
dirigencia política argentina alineándose detrás de ideas ya viejas, fracasadas
y comprobadamente dañinas para el país.
Detrás de estas declaraciones de fidelidad a
una serie de principios caros al poder económico y al neoliberalismo, está la
voluntad de ofrecerse como la dirigencia apta y convencida para continuar con
la administración de la semicolonia económica en la que se intenta convertir a
la Argentina.
Las adhesiones en estos días al golpismo en
Venezuela de varios de estos dirigentes, muestran públicamente un alineamiento
extremo con los Estados Unidos y con el libreto paupérrimo que la primera
potencia del planeta tiene para nuestra región.
A diferencia de los años ’90, donde las
“reformas estructurales” neoliberales eran una novedad tentadora dado el
lamentable estado de la economía latinoamericana luego de la crisis de la deuda
de los años ’80, la reiteración del antiguo libreto aparece hoy como decadente.
El FMI reclama para 2020 la Reforma Laboral y
la Reforma Previsional, y ya corren presurosos dirigentes locales a ofrecerse a
implementarlas. Reformas que en sí mismas son simples negocios sectoriales,
desconectados de toda perspectiva estratégica de crecimiento o inserción
internacional aceptable para la sociedad.
Y allí se agota el horizonte: consolidar las
ganancias obtenidas, prolongar indefinidamente las actividades rentísticas,
remachar los privilegios tarifarios obtenidos durante el macrismo, pagar como
sea a los financistas –que para eso nos prestaron— y continuar el
debilitamiento de mundo del trabajo. El criterio es no ceder un gramo de
rentabilidad obtenida en estos años macristas a costa de la transferencia de
ingresos de pobres a ricos, de asalariados a empresas, de usuarios y
consumidores a monopolios, de todos los que dependen del estado, al capital
financiero internacional.
El vacío de ideas en la cúpula de la sociedad
es abrumador. La falta de voluntad de ejercer un liderazgo positivo es
asombrosa en la dirigencia económica local. Ante este desierto, la
administración Trump llegó a la convicción de que la Argentina es un país con
un liderazgo vencido y vacío, que clama por ser conducido desde el norte. Por
eso los 57.000 millones del FMI.
El resurgimiento de la Argentina requiere de
nuevas ideas y de otra dirigencia política y social.
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