¿POR QUÉ
EN CUBA NO HAY ESTALLIDOS SOCIALES?
(Por
Iroel Sánchez, en su blog “La pupila Insomne”)
Una amiga brasileña que como periodista ha
estado unos días en Cuba me comentaba su asombro acerca de cómo todos los
cubanos con quien habló saben quién es Bolsonaro, quién es Dilma y quién es
Lula, lo que no le sucedía en otros países latinoamericanos que había visitado
recientemente.
El excepcional interés con el que los cubanos
siguen los acontecimientos internacionales es algo muy particular que suele
pasar inadvertido para quienes vivimos en la Isla. Ahora mismo, los estallidos
sociales en Haití, Chile, Panamá y Ecuador, el conflicto de poderes en Perú,
las interminables represiones y asesinatos de líderes sociales en Honduras y
Colombia, la ingobernabilidad heredada que obliga al gobierno de México a
liberar a un narcotraficante, la prisión injusta del líder de la izquierda
brasileña para impedir su segura victoria electoral y las elecciones en Bolivia
y Argentina, las agresiones constantes de Estados Unidos contra Venezuela, o el
Ucraniagate en que anda sumido Donald Trump, pueden ser tema de
conversación en cualquier lugar de Cuba, desde una esquina donde se juega
dominó a un aula universitaria.
Por supuesto, esas conversaciones no evaden
las graves dificultades que atraviesa la economía cubana contra la que cada
semana se dan a conocer nuevas sanciones del gobierno estadounidense, ni
tampoco cualquiera de las deficiencias en los servicios con los que choca la
ciudadanía, en los que el impacto del bloqueo económico se puede mezclar con la
desidia burocrática y provocar molestias e insatisfacciones
injustificadas. Sin embargo, esa mezcla de guerra económica con insuficiencias
internas no provoca estallidos sociales y cuando el sistema -socialismo de
Partido único- se ha sometido a la prueba de las urnas, como en el reciente
referendo constitucional, a pesar de la intensa propaganda contra el proceso a
la que cada año Estados Unidos destina decenas de millones de dólares y una
bien financiada “Cuba Internet Task Force”, los resultados le son
aplastatantemente favorables a la dirección revolucionaria que Washington lleva
seis décadas tratando de derribar.
La explicación de la maquinaria mediática
dominante es que la mezcla de la “intensa represión del régimen” y el “relajo
cubano” impiden un estallido. Pero en la historia de Cuba -de la
reconcentración de Weyler a la dictadura de Batista, pasando por la de Machado-
ningún régimen basado en la represión logró permanecer por tiempo prolongado al
frente del país, a pesar de un “relajo” en el que la corrupción era la dinámica
de funcionamiento de la política y la economía a todos los niveles.
Por el contrario, si en vez de en febrero, la
consulta electoral se efectuara ahora, en medio de un bloqueo recrudecido, el
por ciento de aprobación superaría con creces los obtenidos entonces, y eso
sería fruto, sin dudas, de la combinación de tres factores coyunturales y dos
estructurales.
Coyunturales:
.El recrudecimiento de la agresividad del
gobierno estadounidense fortalece el sentimiento patriótico y la unidad
nacional.
Eficacia política del gobierno cubano,
explicando de modo convincente la relación de las escaceses con el incremento
de la agresión y el modo en que la estrategia para enfrentar las sanciones
estadounidenses busca aminorar su impacto en la vida cotidiana del pueblo.
Situación internacional con visible fracaso
de las políticas neoliberales y descrédito de las fórmulas de la democracia
burguesa.
Estructurales:
Cultura política masiva entre los cubanos,
asentada durante 60 años por la pedagogía de Fidel Castro, acerca de la
naturaleza del imperialismo y del proyecto de justicia social y soberanía
nacional de la Revolución.
Vínculo la dirección revolucionaria con el
pueblo, renovado por el gobierno de Miguel Díaz Canel, que ha reforzado la
pecepción de que el gobierno escucha al pueblo y trabaja para él.
Ningún país latinoamericano de los que ahora
mismo reprime con disparos y gases la protesta social y/o viola
abiertamente las reglas de la democracia formal que ellos mismos defienden ha
sido sometido a la guerra económica, al financiamiento multimillonario para
crear una oposición artificial y mucho menos al linchamiento mediático y
académico global permanente hacia sus líderes y su proyecto político y
social.
Pero a pesar de todo eso hay que reconocer que
hay gente insatisfecha en Cuba y muchos de esos insatisfechos se van a Miami.
La acumulación de casi seis décadas de privilegios migratorios junto al
desarrollo de capacidades educativas y el estado de salud propiciados por el
socialismo cubano les hacen muy competitivos con respecto al resto de las
comunidades no nativas, pero no los convierten en más libres: Más de un millón
de cubanos en Estados Unidos sufren graves limitaciones para relacionarse con
sus familias en Cuba gracias a las medidas de Trump, sin embargo no hay
noticias de que eso provoque protestas allí. Tampoco leemos en ninguna parte
que esa ausencia pública de desacuerdo se atribuya a la corrupción y las
prácticas represivas nada democráticas que la clase dominante en la Isla
hasta 1959 parece haber implantado en Miami durante su ya larga permanencia en
esa ciudad, sin desdeñar el ejemplo edificante que le ha ofrecido un sistema
que hoy pone a competir en corrupciones a Donald Trump y Joe Biden.
...El problema
será siempre sembrar amor
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