Será
recordado como un hombre cabal, un caballero templario, que simplemente fue útil
a una comunidad, no poca cosa en estos tiempos.
EUSEBIO
(Por René González Barrios, en
CUBADEBATE)
Eusebio Leal Spengler
ante un cuadro de Céspedes.
Tengo cincuenta y nueve años de edad. Soy,
por tanto, hijo de la gloriosa Revolución que tanto enorgullece a mi pueblo y
nos prestigia en el mundo. Mi generación creció bajo la impronta del torbellino
transformador encabezado por Fidel y que lleno de símbolos, nos identificó sin
vacilaciones con Camilo y el Che. La gloriosa década del 60, pletórica de
desafíos y sueños, y la no menos del 70, nos inspiraron y enseñaron a ser como
somos: inclaudicables, comprometidos.
Toda gesta gloriosa
tiene sus cantores, los hombres inspiradores que, con su palabra, trasmiten la
contagiosa belleza de la épica, la pasión de la epopeya, los valores supremos
de una nación. El
coronel Fernando Figueredo Socarrás, cual Homero, envolvió en la mística
guerrera a una generación de jóvenes herederos de la gloria mambisa de los Diez
Años. La palabra mágica de Manuel de la Cruz, Ramón Roa, o Manuel Sanguily, la
prosa ardiente del catalán José Miró Argenter, o de los generales Enrique
Collazo y Enrique Loynaz del Castillo, inspiraron a muchos a ser buenos cubanos
y patriotas. El inmenso Martí, combinación perfecta de palabra y acción,
cautivador de multitudes, con su vida ejemplar labró el camino por el que
transitaría el inspirado Fidel y sus compañeros del centenario.
De toda esa sabia bebió un hombre que cultivó
de manera excepcional, el más puro y enaltecedor de los valores: la lealtad.
Hijo de su tiempo, Eusebio Leal Spengler, reencarnación cespedista, dominador
de la palabra, parecía haber venido de la manigua redentora a nuestro tiempo a
explicarnos la inspiradora turbulencia mambisa. Cada frase suya estaba ungida
por la divina providencia. Narraba la historia con fuerza volcánica, con la
pasión desbordante de quien pone en cada palabra, en cada gesto, en cada
acción, el corazón entero.
Acaba de dejarnos físicamente. En medio de su
penosa y prolongada enfermedad, derrochaba impetuoso entusiasmo y optimismo.
Cuando la Universidad de La Habana lo invistió como Doctor Honoris Causa en
humanidades, su llamado fue a luchar, a la altura de los nuevos tiempos, tan
gloriosos y complejos como los que le tocara vivir a su generación. Patriota
fidelísimo y Fidelista, marcó a generaciones de cubanos. La mía, ha tenido muchos privilegios, entre
ellos, compartir y disfrutar la epopeya de Fidel, y escuchar el candoroso canto
de gesta de ese cubano excepcional y patriota, magisterio vivo, que es Eusebio
Leal.
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