La
difícil tarea de transportar una vacuna que debe estar a 80 grados Celsius bajo
cero
(Por
Gavid Gelles, en nytimes.com el 21 de Septiembre de 2020)
Desarrollar una vacuna eficaz contra el
coronavirus es el primer paso. Luego viene la cuestión de cómo enviar cientos
de millones de dosis que necesitarán conservarse a temperaturas árticas.
Un empleado de FedEx introduce hielo seco en las cajas que se usarían para enviar la vacuna. Una inminente escasez de hielo seco podría obstaculizar los envíos.
Muchas cosas tendrán que concretarse para
poder terminar con la pandemia del coronavirus. Las empresas farmacéuticas
tendrán que desarrollar una vacuna segura y eficaz. Miles de millones de
personas tendrán que aceptar vacunarse.
Pero también existen retos más
ordinarios como, por ejemplo, el asunto de que las empresas deberán
transportar ampolletas de vidrio diminutas a miles de kilómetros de distancia y
conservarlas a temperaturas tan frías como las del Polo Sur en los inviernos
más intensos.
Varias de las primeras vacunas en
desarrollo contra la COVID-19 deberán conservarse a una temperatura mínima de
hasta 80 grados Celsius bajo cero desde el momento en que se envasen hasta que
estén a punto de ser inyectadas en el brazo del paciente.
Eso no será fácil. Es posible que las vacunas
se fabriquen en un continente y se envíen a otro. Tendrán que pasar de un
centro de distribución a otro antes de llegar a los hospitales y a otros
lugares donde las apliquen.
Pese a que las autoridades de salud
estadounidenses todavía no aprueban ninguna vacuna, ya se están haciendo preparativos para
una campaña de vacunación masiva. Se espera que en la coordinación y la
distribución en Estados Unidos participen el ejército y un contratista federal.
Pero varias empresas se están movilizando para encontrar la manera de mantener
cientos de millones de dosis de una vacuna a temperaturas muy muy frías.
Los aeroplanos, los camiones de carga y los
almacenes tendrán que estar equipados con congeladores. Las ampolletas de
vidrio tendrán que resistir temperaturas heladas. Alguien tendrá que fabricar
mucho más hielo seco.
“Apenas estamos comenzando a entender las complicaciones que conlleva la entrega”, dijo J. Stephen Morrison, vicepresidente sénior del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un organismo de investigación. “Y no hay vuelta de hoja. Las exigencias de temperatura son muy concretas y eso limitará el acceso y la entrega”.
El viernes 18 de septiembre, el presidente
Donald Trump afirmó que para abril cientos de millones de dosis de una vacuna
no identificada estarían a disposición de todos los estadounidenses. Ese plazo
es más ambicioso de lo que sus propios asesores han manifestado. El 16 de
septiembre, Robert Redfield, director de los Centros para la Prevención y el
Control de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), le dijo a un comité del
Senado que la vacuna no estará disponible al público en general sino hasta
mediados del próximo año.
De las tres vacunas que han llegado a la fase
tres, dos —una fabricada por Moderna y los Institutos Nacionales de
Salud, y la otra, por Pfizer y BioNTech— tienen que mantenerse en un
estado casi constante de congelamiento extremo. (Están elaboradas con
materiales genéticos que se desintegran al descongelarse). Otra candidata
importante, que está siendo desarrollada por AstraZeneca y la Universidad
de Oxford, debe conservarse fría, pero no congelada.
El mes pasado, McKesson, un destacado
distribuidor de medicamentos, obtuvo un contrato federal importante para ayudar
a distribuir la vacuna contra la COVID-19. Sin embargo, la mayor parte del
trabajo recaerá sobre empresas que no pertenecen a las industrias médica ni
farmacéutica. Las principales empresas de paquetería estadounidenses, incluidas
UPS y FedEx, ya cuentan con redes de congeladores que emplean para enviar
alimentos perecederos y suministros médicos. Estas compañías tienen experiencia
en el envío de vacunas contra otras enfermedades, como la influenza estacional.
No obstante, es probable que los
esfuerzos de vacunación contra la COVID-19 superen los de las campañas
anteriores.
UPS informó estar construyendo una llamada
granja de congeladores en Louisville, Kentucky, el centro de distribución más
grande de esa empresa, donde puede almacenar millones de dosis a temperaturas
bajo cero.
Crear un almacén completo capaz de mantener
tal congelamiento profundo habría sido demasiado complejo y costoso. Así que en
una bodega se han dispuesto filas de congeladores industriales verticales
Stirling Ultracold, cada uno capaz de almacenar 48.000 ampolletas. Hasta ahora
hay 70 congeladores pero la bodega tiene capacidad para varios cientos de
ellos. Un centro similar de UPS está en marcha en Holanda.
“Nunca antes he visto algo como esto”, dijo
Wes Wheeler, director de salud de UPS. “Nada ha sido tan global a esta escala”.
En FedEx, Richard W. Smith, hijo del fundador
de la empresa, Fred W. Smith, es quien se encarga de los preparativos para el
envío de las vacunas. Smith hijo, quien está al frente de las operaciones
aéreas de la empresa en el continente americano, estuvo a cargo del sector de
ciencias biológicas de las operaciones aéreas de FedEx durante la pandemia de
la influenza H1N1 en 2009. Smith señaló que, en ese entonces, el gobierno de
Estados Unidos le pidió a FedEx que se preparara para ayudar en el transporte
de las vacunas, y la empresa duplicó la cantidad de congeladores que manejaba
en todo el mundo.
“Por fortuna, la pandemia de H1N1 no llegó al
nivel que pensábamos que podría alcanzar”, dijo. “Pero todo eso nos permitió
fortalecer en gran medida nuestra infraestructura de cadena de frío”.
En los años posteriores, FedEx amplió su
suministro de congeladores y trabajó en conjunto con la Administración Federal
de Aviación de Estados Unidos para que sus aviones obtuvieran permiso para
transportar más hielo seco. (Cuando el hielo seco se derrite, emite dióxido de
carbono, lo que hace que el aire en los aviones sea potencialmente inseguro
para los pilotos y la tripulación).
Ahora FedEx está añadiendo congeladores
capaces de mantener temperaturas tan bajas como 80 grados Celsius bajo cero en
ciudades como Memphis, Indianápolis y París. También está instalando remolques
refrigerados adicionales en Oakland, California, Dallas y Los Ángeles, que
podrían usarse para vacunas que deben servirse refrigeradas, no congeladas.
“La demanda de esto es enorme”, dijo Smith.
“Sabemos que va a ser un mercado muy importante”. Los analistas de Citi
estuvieron de acuerdo y dijeron, en una nota reciente que sugiere que las
acciones de FedEx eran una buena inversión, que es probable que el negocio de
transporte de vacunas sea rentable.
Como si los retos no fueran lo
suficientemente abrumadores, el mundo enfrenta una escasez inminente de hielo
seco, lo cual es un efecto secundario inesperado de la pandemia.
El hielo seco, ese material que desprende
humo frío y que apasiona a los pequeños científicos en edad escolar, está hecho
de dióxido de carbono, el cual comúnmente se genera como un derivado de la producción
de etanol.
Sin embargo, la producción de etanol sube y
baja según fluctúa la demanda de gasolina. Esta primavera, debido a la puesta
en vigor de los mandatos de permanecer en casa, la gente dejó de conducir
tanto. Como resultado, se redujo la producción de etanol, al igual que el
suministro de dióxido de carbono.
En abril, Richard Gottwald, director
ejecutivo de la Asociación de Gas Comprimido, envió una carta al vicepresidente
Mike Pence advirtiendo sobre “un riesgo significativo de escasez de dióxido de
carbono”.
Cinco meses más tarde, “la industria del
etanol aún no se ha recuperado”, dijo Gottwald en una entrevista. “Estamos
viendo una escasez”. Y eso hace que sea difícil conseguir hielo seco.
Durante gran parte del verano, Marc Savenor,
propietario de Acme Dry Ice en Cambridge, Massachusetts, que abastece a las
empresas médicas, se ha quedado sin dióxido de carbono. El suministro era el
más severo que había visto en sus 42 años en el negocio, lo que obligó a
Savenor a racionar su hielo seco.
“Era como un McDonald’s sin hamburguesas”,
dijo, y agregó que el dióxido de carbono parecía más abundante en las últimas
semanas.
Las empresas también tendrán que
proporcionarles a sus repartidores capacitación y equipo especial, como guantes
para manejar la mercancía helada.
Pfizer ha diseñado una caja especial para
transportar su esperada vacuna. Estas cajas, más o menos del tamaño de una
hielera grande, podrán contener un par de cientos de ampolletas de vidrio, con
diez a veinte dosis de la vacuna en cada una. Las cajas están equipadas con
sensores de temperatura con GPS que le permitirán a Pfizer saber dónde se
ubican las cajas y qué tan frías están. (Si se ponen demasiado templadas, los
trabajadores pueden añadir hielo seco).
Todo esto nos lleva a otro problema: el
vidrio casi siempre se fisura en temperaturas extremadamente frías.
A principios de este año, Corning, un
fabricante de vidrio con 169 años de experiencia en el norte de Nueva York, se
acercó a los funcionarios del Departamento de Salud y Servicios Humanos con una
advertencia: no habría suficientes ampolletas resistentes al frío para manejar
la vacuna congelada, señaló Brendan Mosher, director de tecnologías para la
industria farmacéutica de esa empresa.
Corning expuso una solución. Podría fabricar
millones de ampolletas con una nueva clase de vidrio de calidad farmacéutica
que puede resistir temperaturas gélidas. En junio, el gobierno le otorgó a esta
empresa un contrato de 204 millones de dólares para que incrementara
la producción de estas ampolletas especiales. El nuevo vidrio no está hecho con
boro, un ingrediente común del vidrio convencional que puede contaminar
cualquier cosa que se encuentre dentro de las ampolletas.
Mosher comentó que Corning estaba usando los
fondos federales para cuadruplicar la capacidad de su planta en Big Flats —en
Nueva York—, acelerar la construcción de un horno para vidrio en Nueva Jersey y
para apresurar la edificación de otra planta en Carolina del Norte. Corning
contratará a 300 trabajadores y dice que va por buen camino para comenzar a
producir cientos de millones de ampolletas de vidrio el próximo año.
Incluso si hay suficiente hielo seco,
almacenes fríos y ampolletas resistentes, es poco probable que las farmacias
comunes y corrientes estarán equipadas para almacenar grandes cantidades de
vacunas que requieran un almacenamiento tan frío. Sin embargo, es posible que
puedan disponer de las cajas tamaño hielera de Pfizer, y la vacuna de Moderna
puede almacenarse a temperaturas menos gélidas durante los días previos a su
aplicación.
En una exposición al equipo de
trabajo para combatir el coronavirus de la Casa Blanca, el mes pasado, Kathleen
Dooling, experta en enfermedades que trabaja en los CDC, señaló que los
estrictos requisitos de temperatura “dificultarán mucho que las clínicas
comunitarias y las farmacias locales almacenen y apliquen la vacuna”. Mencionó
que esta tendría que suministrarse “en lugares centralizados que dispongan del
equipo adecuado y puedan manejar altos volúmenes”. No se sabe dónde se ubicarán
esos lugares ni quién administrará las vacunas.
Eso es solo en Estados Unidos. Cualquier
vacuna que requiera un riguroso control de temperatura sería inalcanzable
para gran parte de los países en vías de desarrollo. En un estudio
reciente de DHL y McKinsey, se descubrió que una vacuna fría estaría al
alcance de aproximadamente 2500 millones de personas en 25 países. Quedarían
excluidas muchas regiones de África, Asia y Sudamérica, donde no abundan los
congeladores capaces de mantener temperaturas extremadamente frías.
“La
consecuencia es que se ve reforzada la impactante tendencia que favorece a los
pocos países ricos y poderosos”, dijo Morrison, del Centro de Estudios
Estratégicos e Internacionales.
INFO ADICIONAL
El hielo seco o nieve carbónica no es más que
dióxido de carbono (CO2) en estado sólido, que a temperatura
y presión ambiente pasa de su estado sólido a su estado gaseoso sin pasar por
el estado líquido, esta transición conocida por sublimación. El CO2
en estado sólido a presión ambiente (1 atmosfera de presión) tiene una temperatura
de −78,5 °C.
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