LOS JERARCAS DEL ODIO Y SU
MUNDIAL MANCHADO DE SANGRE
(Por José Luis Lanao)
“La agencia de viajes más persuasiva del mundo
es la pobreza”
Las lágrimas humanas deberían ser contadas una a
una para saber cuales pertenecen al miedo y cuales al hambre. El miedo y el
hambre dibujan viajes invisibles, de fronteras de interior, de alambradas de
sangre seca. Partir siempre es morir un poco, y llegar nunca es definitivo. En
las antiguas rutinas descubrimos el deleite de lo conocido, tratando de no
despertar, temer que con los ojos abiertos toda la belleza del mundo se
desvaneciera. Son viajes desapacibles donde todo se aprende sobre la marcha,
mientras nos atraviesa.
Hace unos meses el joven asiático Abdul Begum se
precipitó al vacío del segundo disco del Estadio Jalifa de la “Aspire Zone” de
Catar. Su cuerpo se posó boca abajo en la arena templada, mirando las entrañas
de la tierra buscando un espacio donde refugiarse. Había cruzado los océanos
enrevesados desde su Bangladesh natal como un paria desheredado. No era su
“fiesta”. Solo necesitaban sus brazos, sus dos “palas mecánicas”, mestizas,
venidas a lomos desde las espaldas del mundo para edificar un mar de
hormigón futbolístico en un desierto sin nombre, sin vida, a cielo abierto,
como tumbas de escorpiones. Un desolado territorio donde se construye, día a
día, esa demente fantasía de una sociedad sin extranjeros.
Cientos de miles de emigrantes asiáticos llegan
al país como los nuevos esclavos de la modernidad. Los jerarcas del odio los
esconden, les cambian la mirada, les prohíben la mezcla, el contacto, el roce.
Hay algo de naufragio en esta deriva colectiva, hay algo de poesía triste
detrás de estas alambradas.
Los lugareños los “huelen”, los “olfatean”, saben que están ahí, a unos pocos
kilómetros de distancia, ocultos en sus “barracones” de la infamia. Están ahí
para levantar sus ciudades, sus rascacielos, sus estadios manchados de sangre.
Lo saben. Han venido para eso, con ticket de ida y vuelta. Nada de quedarse.
Los quieren, los necesitan, pero sin “tocar”, sin “sentir”, sin reclamar una
pausa reflexiva, un deseo amable, una sonrisa, una lágrima.
Sus miradas penetran, incomodan, delatan. Es la
mirada del nuevo rico sin educar, aporofóbico, de baños de espuma de petróleo
sin humanizar. La memoria desapacible les agrietó los recuerdos de sus tiempos
de pastores nómadas, míseros, de cabras deshilachadas en un mar de dunas estériles
de arena blanca como pan rallado.
El modelo se repite en todos los estados
petroleros subidos al exhibicionismo extravagante a la nueva modernidad.
Este cronista lo presenció hace unos años en Dubai. Le explotación esclava,
casi feudal del “sistema Kafala” se aplica con regularidad en estos países.
Consiste en monitorizar trabajadores emigrantes dedicados principalmente a la
construcción y al servicio doméstico. El sistema autoriza a las empresas
restringir derechos de forma indiscriminada, como la libertad de movimientos,
la libre circulación en el país, las entradas y salidas de los “barracones”
donde se alojan, la retención de pasaportes, y la aplicación desmedida de
multas diversas relacionadas con los comportamientos sociales.
El Comité Supremo de Entrega y Legado (SC) del
Mundial de Catar manifestó que ya no se practica el “sistema Kafala” en las
construcciones que se están realizando en la actualidad. Sin embargo reconoce
su utilización al principio de las obras. Diversas ONG sostienen que el
procedimiento aún se mantiene vigente, especialmente en subcontratas de grandes
constructoras como Catar Meta Coats.
La globalización que había amanecido con la
visión extracorpórea de la tierra navegando por el espacio, se convirtió aquí
abajo en un mundo sin fronteras donde el modelo capitalista ya no encontró
obstáculo para moverse a sus anchas, sin complejo alguno.
La ONG, Fundación para la Democracia
Internacional, lo denunció en 2019: ” Todo el planeta debe saber que el Mundial
de Fútbol de 2022 se jugará en estadios manchados de sangre” . La Confederación
Sindical Internacional calcula en 1.800 los muertos, y denuncian las
deficientes medidas de seguridad. Las autoridades cataríes reconocen 34
decesos. Algunas ONG estiman en 5.400 los fallecidos repatriados a sus países
de origen.
Las muertes de los nuevos esclavos modernos nos
ha recordado visceralmente la intensa fragilidad de la vida. Elegir el mundo en
donde quieres vivir es una manera de devolverle a la vida lo que ella te ha
regalado. Los parias invisibles colgados de los abismos de este planeta
seguirán llegando, como si no existieran, pero llegando, como montañas de
“imperfecta” humanidad a levantar el cielo con las manos. Los espera el
desprecio, el racismo, la miseria, y el trabajo esclavo. Les queda la tristeza,
extraviarse, dudar, sentir, dejarse llevar, hablar de lo que les espera ahí
afuera, y sobrevivir.
Lo dejó escrito el poeta:
“ El mar trajo una botella
con un mensaje de odio.
La trajo vacía,
el mensaje se lo bebieron.”
En Catar, malvivir está de moda.
(*) José Luis Lanao, periodista y ex jugador de
Vélez, clubes de España, y campeón Mundial Tokio 1979. Ex columnista del grupo
multimedia español Vocento y Cadena COPE.
(en eldestapeweb.com)
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