…Habrá
que declararse incompetenteEn todas las materias del mercadoHabrá que declararse un inocenteO habrá que ser abyecto y desalmado…(“Al Lado del Camino”,
Fito Páez)
LO QUE SUCEDE EN LA REALIDAD MIENTRAS MILEI IMITA A UNA BAILARINA EGIPCIA. (Por Ernesto Tenembaum)
El 13 de junio, unas horas después de la aprobación de la versión recortada de la Ley Bases, un sector de
la Argentina vivía un rapto de euforia política y, sobre todo,
financiera. Subían los bonos,
bajaba el Riesgo País, bajaban los dólares paralelos, subía el valor de las
acciones. Como tantas otras veces, eso no tenía demasiado efecto en la
economía real. Pero era interpretado por muchas personas, con sinceridad, como
el comienzo del despegue. El Presidente había “domado” a la política. Ahora
todo sería más fácil.
Una de las personas importantes que hizo su aporte en ese sentido fue el
empresario tecnológico y financiero Marcos Galperín, quien extrajo de ese movimiento una conclusión
ideológica. “¿Qué sentirá la gente que vota en contra de una ley que, luego de
ser aprobada, suben los bonos, baja el riesgo país, cae el dólar, suben las
acciones...En algún momento se replantearán que sus ideas son malas para el
país?”.
Sin embargo, unos días después
la mayoría de esos valores cambiaron la tendencia, especialmente las
acciones, que se derrumbaron durante jueves y viernes. En realidad, lo que
sucedió es algo bastante usual. El mercado financiero se caracteriza por su
volatilidad. Suele suceder que lo que sube allí, rápidamente baja. Y
viceversa. Confundir un movimiento
en ese sector con la situación de un país es realmente audaz y un poco rústico.
Por eso, ni la subida del día siguiente a la aprobación de la ley ni la
caída de la semana siguiente debería llevar a ninguna conclusión apresurada.
Ninguna persona debería revisar su ideología porque un día cae el Riesgo País,
ni porque al día siguiente sube. Es un poco vulgar siquiera tener que
explicarlo.
Lo que sí es cierto es que, mientras el Presidente baila y canta, durante
el último mes y medio el mercado financiero parece haber dejado el territorio
de certidumbres que habitó durante los primeros meses de su gestión. Si todo
está tan bien, ¿por qué ocurren esas cosas? Es posible que muchos actores miren
otras cosas que la ley Bases. O que, incluso, observen que esa ley es tan concesiva que revela la
fragilidad y no la solidez de un plan económico.
El desafío que enfrenta Milei en el área económica es, ciertamente,
complicadísimo. Le hubiera sucedido a cualquier presidente. Es muy injusto
pedirle magia. Aun en el caso de que le fuera bien, es decir, que bajara de
verdad la inflación e iniciara un proceso de crecimiento moderado y sostenible
en el tiempo, esto ocurrirá -si es que ocurre- luego de un arduo proceso donde
habrá éxitos y fracasos y requerirá de muchísima sintonía fina.
Reducir toda esa dificultad a la aplicación de una mirada ideológica es un
camino peligroso. Ignorar que las fanfarronerías, los conflictos innecesarios,
las agresiones, los ataques delirantes de egocentrismo complican el panorama
solo contribuye a agrandar los problemas. La economía argentina es un
territorio cenagoso. Un paso en falso puede ser fatal. Y, cuando tanta gente,
con distintas miradas, señala los serios problemas que hay, lo mejor tal vez no sea festejar antes
de tiempo sino escuchar y recalibrar.
Milei asumió el 10 de diciembre en un contexto donde la Argentina tenía una
alta inflación y una caída del producto moderada. Seis meses después, el
Gobierno celebra que la inflación es más baja que en los tiempos de Sergio
Massa. Sin embargo, este ha sido el semestre con la inflación más alta desde
1991. En treinta años, nadie tuvo la inflación de Milei. Es cierto que la
tendencia es decreciente, pero empiezan
a crecer las dudas sobre si quedará estable o volverá a crecer. El
propio Presidente ya anticipó que el sendero descendente no se profundizará en
los próximos meses.
Por el lado del producto, lo que ocurrió es una catástrofe. Las caídas de
dos dígitos en consumo de leche, de carne, en producción industrial,
metalúrgica, en casi todas las áreas de la economía, solo ocurren en tiempos de
guerra o pandemia. Es muy raro encontrar
en la historia un plan económico que genere tanto daño a la producción y un
crecimiento tan vertiginoso de los índices de pobreza.
Las supuestas inconsistencias del plan no son señaladas únicamente por Axel
Kicillof o Juan Grabois. A lo largo de las últimas semanas, personajes variados
como Domingo Cavallo, Miguel Ángel Broda, Carlos Melconian, Diego Giacomini,
entre tantos otros han advertido sobre un daño innecesario al aparato
productivo, un enfoque poco abarcativo del plan Caputo, un creciente retraso cambiario.
Ayer mismo, Carlos Rodríguez, ex asesor económico de Milei, escribió: “Mejor que se deje de fanfarronear y decir pavadas. En los últimos 30 días (Junio 7/Mayo 7) la Base Monetaria, o sea DINERO creció (se emitió) un 31.7%. Eso es equivalente a una tasa anualizada de emisión de dinero de alto poder de 2634%. Son datos oficiales del Balance Semanal del BCRA”.
Antes de ayer, Alfonso Prat
Gay tuiteó: “Entre noviembre y abril, las ventas en supermercados
cayeron 13,5 por ciento, 29,5 por ciento anualizado. En centros de compra, un
23,8 por ciento interanual. Es muy fuerte la caída del consumo porque es muy
fuerte la caída de los ingresos. Se
llama hiper recesión. Ojalá estemos ahora más cerca del piso como anhela
el Gobierno. Hasta el momento, el buzo de la metáfora del Presidente soltó de
todo menos un pedo”.
En las últimas semanas, las usinas oficialistas empezaron a difundir que
todos los economistas argentinos están envidiosos porque no pudieron lograr el
éxito (¿?) de Javier Milei. ¿Cuál será el argumento para explicar que el último informe del Fondo Monetario
Internacional también sostiene que la recesión va a durar mucho más de lo que
dice el Gobierno y le exige que acelere el ritmo de devaluación y
deje de operar sobre el mercado del Contado de Liquidación? ¿Serán
kirchneristas, marxistas, liberegipcios, zurdos ensobrados, liberticidas,
keynesianos, imbéciles, enanos soviéticos o qué otra cosa?
En este contexto, aquella reacción de Galperín expresa un problema extra.
Sin la intención de ofender a nadie, puede ser que tanto él, como otros hombres
como él, es decir, con mucho poder y dinero, sepan cómo manejar sus empresas
-de hecho lo saben- pero estén equivocados, o parcialmente equivocados, respecto
de lo que hay que hacer con el país. Alguien que cree que el movimiento
financiero de un día debe ocasionar una revolución ideológica puede errar en
otros aspectos mucho más sensibles.
¿Qué efectos tiene que gente tan poderosa esté equivocada? ¿Cuánto ayuda a
que un presidente corrija lo que está mal? Muchas veces sucede -tal vez este no
sea el caso-, que las personas
exitosas creen que saben de todo y andan recomendando sus ideas como si fueran
indiscutibles. Esas personas tienen acceso a quienes toman las
decisiones. ¿Influirán para bien? Dada su responsabilidad, ¿no deberían ser
ellos quienes revisen sus ideas con honestidad intelectual?
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, condecoró al
presidente de la República Argentina, Javier Milei, en la Real Casa de Correos
Mientras tanto, hay que observar de cerca los pasos del Presidente. La
desopilante imitación de una bailarina egipcia que hizo en Madrid, y la
explicación que dio después de esa morisqueta, es un grito de guerra contra los
liberales tradicionales de la Argentina a los que acusó de ser corruptos. ¿A
quiénes se refería? ¿Es necesario que se enemiste también con Ricardo López
Murphy, Roberto Cachanosky, y tantos otros?
Unos días antes, su equipo decidió no renovarle su acreditación en la sala
de Periodistas de Casa Rosada, a Silvia
Mercado, ¿solo porque no le gustó que informara que sus perros habían
llegado a Olivos cuando aún no habían llegado? Mientras estaba en Madrid,
además, su Aparato de Propaganda difundió imágenes del discurso que dio el
gobernador Maximiliano Pullaro,
durante el día de la Bandera, con silbidos que no existieron.
Antes de salir de viaje, Milei sostuvo que le va a “cortar la mano” a quien
“le toque el culo a Caputo”. Pero, ¿no es él quien impulsa a Federico Sturzenegger, un viejo
enemigo del ministro? ¿No es él quien lo recibe en Olivos? ¿No fue su
asesor, Fausto Spotorno,
quien dijo que al plan Caputo no le queda demasiado tiempo? ¿No fue Lucas Llach, otro visitante a la
quinta presidencial, quien propuso que es hora de liberar el cepo? O sea, el Presidente licúa el poder de su ministro y
amenaza a quien se atreva a hacerlo. ¿Cómo se lee eso?
Mientras, amenaza a todos los demás ministros. “Posse fue mi amigo durante 18 años. No cumplió los objetivos. Pista.
¡Afuera!”.
Son métodos inusuales. Tal vez funcionen y sorprendan al mundo. Pero, al
mismo tiempo, puede ocurrir que a muchas personas le generen dudas sobre la
seriedad de lo que está ocurriendo y entonces eso transforme al proceso
económico en algo aún más tortuoso de lo que necesariamente será.
O, tal vez, no haya nada de qué preocuparse y todo esté bajo control.
En ese caso, el Presidente podría seguir tranquilo con sus sucesivas
metamorfosis cotidianas. Depende el día, podrá ser Moises, Judas Macabeo, el
referente más importante de la libertad a nivel mundial, el mejor presidente
del mundo, Diego Maradona, Terminator, Mick Jagger y, ahora, una odalisca.
Los gustos hay que dárselos en vida.
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