CUANDO
DIOS NO JUEGA A LOS DADOS
Cuando damos
supuestas soluciones para hacer
por extraña razón alguna
mis afectos y yo
no estamos en ellas
Ayer hacía una sugerencia
a los impacientes de andar
que por suerte están
con sus barrigas llenas
Soy Dios por un instante
dame un nombre de un familiar tuyo
que mañana morirá
podrás asistir tranquilo
con todos los gastos pagos
a su velorio y su sepulcro también
como consuelo te regalo
algo que solicitas para hacer
mañana todos estamos autorizados
a salir y desplegar
la nueva vida de bien
Infantil mi argumento llamaron
otros burro por mezclar las cosas
siempre será fácil jugar a los dados
con el inmenso dolor
que tuyo no es
Insólito
elogio de La Nación a la Europa de miles de muertos
(Por Alberto
Müller *, en PAGINA12)
En 1945, concluía la II Guerra Mundial en
Europa. Cinco años más tarde, el italiano Giuseppe Novello publicaba una
caricatura. El título: Le tappe dell’oblio (Las etapas del
olvido). El dibujo: un señor de la media burguesía, entre amigos. La frase: “yo
en realidad empiezo incluso a dudar que en Alemania hayan existido realmente
los campos de concentración”.
A juzgar por un reciente artículo de Inés
Capdevila en La Nación, algo así está empezando junto con el
aparente comienzo de la pospandemia en Europa Occidental. Esta es la intención
del propio título, que (por una vez) coincide plenamente con el contenido del
artículo: “De epicentro del desastre a modelo de éxito: cómo renace Europa
de las cenizas del coronavirus”.
El propósito del artículo es erigir a Europa
como una suerte de modelo acerca de cómo se debió actuar ante la pandemia.
Europa “empieza a derrotarla con menos autoritarismo y más transparencia”
que China. “Las salidas de Europa trataron de privilegiar tanto la salud y la
economía como valores asociados al bloque libertad y pluralismo y no fueron
simples ni gratuitas; tuvieron sus costos, pero hoy los europeos empiezan
a disfrutar de su primavera y su vida, con una rutina recuperada."
¿Porqué decimos “olvido”? Porque transforma
muertes en meros “costos”. Porque borra las muertes de personas que no pudieron
ser atendidas por haberse saturado las unidades hospitalarias. Porque niega los
visibles desencuentros de la dirigencia de la Unión Europea, que a la hora de
la pandemia lo que no mostró fue unión. Y porque olvida que en los suburbios de
París hubo grandes disturbios.
La Nación pretende reescribir
así la historia de la pandemia. La experiencia europea así falsificada
“le deja algunas lecciones a la Argentina“. También para esto se
escribe ese artículo. Se trata de mostrar cómo Europa superó limpiamente
este episodio sin autoritarismo y con transparencia.
Pero
ésta es claramente una historia mal contada.
No se entiende realmente qué lecciones puede
darle la Europa a la Argentina: no hemos tenido aquí ni lejanamente el número
de muertes que ha habido en Italia, España, Bélgica, Reino Unido o Países
Bajos.
Según una compilación reciente del Financial
Times, las muertes registradas en esos países superaron entre 30 y 45
por ciento los valores esperables de acuerdo a tendencias históricas, siendo
que en algunos casos la mortalidad por accidentes de tránsito se redujo
notablemente.
La propia Suecia presenta 19 por ciento más
muertes que las tendenciales, y el responsable en epidemiología de ese país ha
reconocido que la estrategia no fue la correcta. No hay mucho que aprender,
entonces: las vidas son vidas y no se comparan con costos económicos.
Convertir las vidas en costos, y sumar esos
costos a los de la recesión económica por ejemplo, es una operación no legítima
porque solo la hacen los sobrevivientes. Pero ésa es la operación que en
definitiva propone La Nación.
Tampoco se entiende qué lecciones puede dejar
Europa cuando se observan importantes enfrentamiento ocurridos en los suburbios
de París. Todas las semanas La Nación se ocupa de
producir alguna nota demonizando las villas y el genérico Conurbano, para
horror y deleite de buena parte de sus lectores. Pero aquí no ha habido
disturbios.
Es más: las villas han demostrado una
paciencia y disciplina envidiables pese al hacinamiento. Ese hacinamiento llevó
al “(in)experto” Jorge Asís a predecir que el confinamiento no se podría
cumplir. Pero se cumplió, al punto que fue solo cuando empezaron a aflojarse
las restricciones que arrancó la difusión del virus en las villas, traído desde
afuera. ¿Quién es el que puede dar lecciones, entonces?
El artículo de Capdevila tiene el claro
propósito de generar opinión, camuflada de noticia. Un visible caso de mala
praxis periodística. No el es único: es la misma postura de opinólogos
televisivos que, también sin base de evidencias, sostienen (desde hace más de
un mes) que la gente está harta del encierro.
Ha sido la presión generada por estas
opiniones la que ha obligado al jefe de Gobierno de la CABA, Horacio Rodríguez
Larreta, a instrumentar medidas de apertura, justo cuando se reporta un
incremento de casos y, por lo que se ve en los medios, con la opinión en
contrario de su ministro de Salud.
Pero a los opinólogos (travestidos o no de
periodistas), las evidencias poco les importan. En última instancia, la
historia podrá ser reescrita y el olvido (o la negación) hará su trabajo.
No faltan hoy algunos trasnochados que
sostienen que la pandemia de la Covid-19 es un mero bluff del populismo. Quién
sabe, dentro de algún tiempo habrá opinadores que, a la manera del señor
burgués de Novello, afirmarán que la Covid-19 en realidad nunca existió.
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