LA
ECONOMIA CON CRISTINA, CON MACRI Y CON ALBERTO
(Por David Cufré)
El pasado sábado 10 de diciembre se cumplió
tres años de Alberto Fernández como presidente. La inflación, con viento a
favor, terminará levemente abajo del 100 por ciento para el tercer aniversario.
El PIB crecerá bien por arriba del 5 por ciento. Los salarios e ingresos
populares quedarán para la mayoría por detrás de la suba del índice de precios,
mientras que las jubilaciones tendrán una leve recuperación general pero desde
niveles deprimidos, con otras que perderán fuerte. El dólar oficial estará en
torno a 180 pesos y el paralelo, este viernes, cotizó a 316.
La fecha permite comparar las gestiones
económicas de los tres últimos jefes y jefa de Estado: Cristina Fernández de
Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández.
Qué herencia recibieron, en qué contexto
político e internacional tuvieron que batallar, cuáles fueron los principales
problemas a resolver, qué medidas tomaron y cuáles fueron los mayores logros y
fracasos.
Cristina
Kirchner
El día previo a su asunción, el 9 de
diciembre de 2007, Cristina fue la estrella política de un evento histórico: la
fundación del Banco del Sur. Néstor Kirchner, Lula da Silva, Hugo Chávez,
Evo Morales, Rafael Correa y Nicanor Duarte Frutos firmaron en el Salón
Blanco de la Casa Rosada una nueva declaración para concretar el ansiado
proyecto, que hacía ya tres años estaba en elaboración pero no lograba emerger,
como finalmente nunca ocurrió.
En el Salón Blanco, iluminado y brillante,
destacaban Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. La creación de una banca de
desarrollo regional era un paso decisivo para la integración, una victoria en
la lucha por la emancipación financiera y el primer escalón hacia una moneda
común, según definieron los presidentes en el acto, que finalizó con las
palabras de quien recibía todas las miradas porque al día siguiente tomaría la
posta por Argentina de semejante proceso de transformación económica y social:
CFK. “Ni en mis noches ni en mis días más fantasiosos podía imaginar esto”,
dijo Cristina, mientras desde el público la envolvían con cánticos de
"patria sí, colonia no".
Néstor Kirchner había dejado como herencia
económica cuatro años de crecimiento a tasas chinas, niveles de pobreza y
desocupación en baja -37 y 7,5 por ciento, respectivamente- superávits fiscal y
comercial, una primera renegociación de la deuda en default con 76 por ciento
de adhesión, la expulsión del FMI tras pagarle hasta el último dólar, un
aparato estatal que recuperaba facultades de intervención y una mejora
sostenida de salarios, ingresos populares y jubilaciones.
Tres meses después de la asunción de
Cristina, el 10 de marzo de 2008, la ratificación de que el Gobierno iría
todavía más a fondo con políticas de redistribución del ingreso quedó plasmada
en la resolución 125, de derechos de exportación móviles para la soja y
otros cultivos, en momentos en que los precios internacionales alcanzaban
niveles record. La medida fue un parteaguas. Reorganizó la vida política
nacional hasta el día de hoy, ya que en ese momento se constituyó una tenebrosa alianza
de poderes fácticos, con medios de comunicación dominantes y sectores medulares
del poder económico a la cabeza, a quienes luego se plegarían la oposición
liderada por el PRO y operadores de máxima jerarquía del Poder Judicial.
Son los mismos actores que ahora, ya sin
ningún tapujo, transparentan que la quieren muerta o presa a la vicepresidenta,
como surge del intento de magnicidio de principios de septiembre, de la
reacción posterior de esos sectores, y del fallo para proscribirla de esta
semana.
El 15 de septiembre de 2008, dos meses
después del voto no positivo de Julio Cobos a la resolución 125, el
cuarto banco de inversión de Estados Unidos, Lehman Brothers, sucumbía
ante la crisis de las hipotecas subprime y desataba el peor cataclismo
financiero internacional desde el crack de Wall Street en 1929.
Para colmo, una grave sequía agravó la
situación interna. Martín Lousteau dejó de ser ministro de Economía
en medio de la disputa por las retenciones móviles, su reemplazante, Carlos
Fernández, estuvo en el cargo hasta julio de 2009 sin decir ni mu, para luego
empezar otra etapa bisagra de conquista de derechos para los sectores populares
con Amado Boudou en el Palacio de Hacienda.
En 2008 el PIB creció 7 por ciento, aunque
desde el último trimestre de ese año hubo una fuerte caída por la crisis
internacional, para cerrar 2009 con un alza del 0,9 por ciento gracias
a un rebote en la última parte del año por la adopción de una batería de
medidas contracíclicas, con la creación de la Asignación Universal por Hijo el
29 de octubre como estandarte.
El 29 de junio de ese año, Kirchner, Daniel
Scioli y Sergio Massa habían sido derrotados en las elecciones de medio término
por la alianza entre Francisco De Narváez, Felipe Solá y Mauricio Macri.
La estatización de las AFJP en noviembre de
2008 y de Aerolíneas Argentinas en diciembre de ese año, la sanción de una
nueva fórmula de movilidad jubilatoria que llevó los haberes a máximos
históricos a partir de 2009, la utilización de reservas del Banco Central para
pagar la deuda externa desde enero de 2010, la reapertura del canje de deuda a
mediados de 2010 -hasta alcanzar más del 94 por ciento de participación-, el
fuerte impulso a la obra pública, el control de las importaciones y las
paritarias al alza para los trabajadores fueron otros hechos destacados de esta
etapa.
En 2010, la economía creció 9,2 por ciento,
la pobreza descendió al 31,9 por ciento y el desempleo bajó al 7,3 por ciento.
Ese año también se recuperaron los superávits gemelos, en tanto que la
inflación quedó en 10,9 por ciento según el Indec y en 25,7 por ciento para el
índice Congreso (legisladores de la oposición). En 2008, la inflación
había sido del 7,2 por ciento para el Indec y del 21 para la consultora
Economía y Regiones, por entonces comandada por Rogelio Frigerio.
Con esos resultados económicos y tras el
fallecimiento de Kirchner en octubre de 2010, Cristina conseguiría una
aplastante victoria con el 54 por ciento de los votos para la reelección en
2011.
Mauricio
Macri
Al líder de Cambiemos le tocó asumir el 10 de
diciembre de 2015 con una economía gastada. Desde octubre de 2011 había
restricciones para la compra de dólares, bautizadas como cepo cambiario, ante
un nuevo episodio de insuficiencia relativa de divisas como los que padeció
histórica y cíclicamente la economía nacional. Ese era el principal problema,
junto al ahogo financiero que provocaban los fondos buitre y el juez
neoyorquino Thomas Griesa.
El PIB en 2015 había crecido 2,7 por ciento,
tras caer 2,5 puntos en 2014. El déficit fiscal primario fue del 1,9 por ciento
para el gobierno de Cristina y del 5,8 en la reinterpretación que hizo Alfonso
Prat Gay en enero de 2016. En 2015 se había registrado déficit comercial por
3035 millones de dólares. La inflación había sido del 23,9 por ciento, según el
índice de precios de la Ciudad de Buenos Aires. La pobreza estaba en 29 por
ciento según la Universidad Católica Argentina y la desocupación, en 5,9 por
ciento, de acuerdo al Indec.
Desde el levantamiento del cepo cambiario y
la devaluación inicial a fines de 2015, el gobierno de Macri hizo un giro de
180 grados respecto a las políticas del kirchnerismo. Le pagó a los fondos
buitre y arrancó otra etapa de endeudamiento desenfrenado, incluida la vuelta
del FMI en mayo de 2018, con el préstamo más grande de la historia
tanto para el país como para el organismo, por 57 mil millones de dólares, de
los que se desembolsaron 45 mil millones.
El nuevo ciclo neoliberal incluyó recortes
del gasto público, tarifazos de electricidad de hasta 4900 por ciento
y de gas de hasta 1900 por ciento, según el observatorio de la Universidad de
La Plata. Se abrieron las importaciones y cerraron 25 mil pymes. Hubo un
industricidio, con represión a trabajadores despedidos y recomendaciones a los
fabricantes de reconvertirse en importadores. Se bajaron o anularon retenciones
a las exportaciones agropecuarias, se liberó la entrada y salida de divisas y
aumentaron las tasas de interés, generando una bestial bicicleta financiera
financiada con deuda. Las jubilaciones, con la reforma previsional, y los
salarios cayeron en picada.
La inflación se disparó a cerca del 40 por
ciento en 2016 (no hubo registro oficial por la "emergencia
estadística"), retrocedió al 24,8 por ciento en 2017 y volvió a
trepar al 47,6 por ciento en 2018. Para ese año Federico Sturzenegger,
presidente del Banco Central, había proyectado un índice de 10 por ciento
(más-menos 2). La pobreza avanzó al 32 por ciento en 2018, con una
desocupación del 9,1 por ciento. El PIB cayó 2,5 por ciento (también bajaría en
2019, completando tres de cuatro años en retroceso).
Descontrol cambiario, recambio de ministros
de Economía y presidentes del BCRA (entraron Nicolás Dujovne y Luis Caputo),
crisis sin freno, así terminaba su tercer año en el gobierno Mauricio Macri. La
situación se pondría peor en 2019 y, pese a un desesperado plan platita de
última instancia, el amarillo se convertiría en el primer presidente que no
conseguiría la reelección desde la reforma constitucional de 1994, excluyendo a
Fernando de la Rúa, quien tuvo que marcharse antes del poder con Patricia
Bullrich y Hernán Lombardi como nexos entre ambas experiencias.
Alberto
Fernández
Lo primero que hizo Alberto Fernández en
medio de la crisis descomunal en la que le tocó asumir fue rechazar más
desembolsos del FMI y encarar una renegociación del préstamo ruinoso que había
tomado Juntos por el Cambio. El cepo cambiario ya lo había vuelto a
instaurar Macri antes de irse, mucho más apretado que el que había dejado
Cristina.
Antes de la llegada de la pandemia, Alberto
también dispuso aumentos salariales generalizados por decreto, en lo que
parecía una vuelta a los orígenes del kirchnerismo.
Sin embargo, la irrupción del coronavirus en
marzo lo alteró todo, obligando a cerrar la economía para evitar la propagación
de la covid-19. La convocatoria a un gran acuerdo social para alinear precios y
salarios quedó en la nada. El intento de estatización de Vicentin también, con
el agravante de que el Presidente pidió perdón por haberlo intentado.
A pesar de la fuerte intervención para
garantizar ingresos a la población, con el IFE y el ATP, el caos mundial
por la pandemia alcanzó de lleno a la economía nacional, que en 2020 tuvo un
declive del PIB del 9,9 por ciento. Aun así, el gobierno del Frente de Todos
volvió a algunas de las bases del proyecto que inició Kirchner en 2003, como el
control de la cuenta capital, la limitación de las importaciones, el impulso al
salario mínimo y a las paritarias, el restablecimiento de una fórmula de movilidad
jubilatoria similar a la de Cristina y Boudou, desplegó política de ingresos
con bonos y sumas fijas, limitó los aumentos de tarifas y generó crédito
subsidiado para la producción y el consumo.
Martín Guzmán, ministro de Economía, y Matías
Kulfas, en Desarrollo Productivo, comandaron la nave hasta mediados de este
año, con aprobados en números macroeconómicos -el PIB creció 10,3 por ciento en
2021, la industria ya está en niveles de 2017-, baja de la pobreza al 36,2 por
ciento en el primer semestre de 2022 (se había catapultado al 42 con la
pandemia) y desocupación del 6,9 por ciento al término del segundo trimestre
del año.
Guzmán también logró un trabajoso acuerdo con
acreedores internacionales y con el FMI, que desataron, sobre todo este último,
una grave crisis política en el oficialismo. Pero, sobre todo, la gestión
de Alberto y Guzmán careció de la valentía y la potencia para encarar
transformaciones estructurales que sí tuvieron las experiencias kirchneristas
entre 2003 y 2015.
La llegada de Sergio Massa en un contexto
delicado logró restablecer equilibrios básicos, aunque la inflación ya estaba
en vuelo y terminará el año cerca de los tres dígitos. La guerra que estalló en
Europa a principios de año fue un factor clave, frente al cual el gobierno se
vio superado. El mercado cambiario está desdoblado de hecho y sigue siendo
el gran problema a resolver.
Alberto termina su tercer año de gobierno con
la economía en marcha, pero sumamente desgastado, lo que parecería sacarlo de
la cancha para intentar la reelección en 2023. El tiempo dirá qué toca.
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