ALIADOS
SUMISOS DE UN IMPERIO DESPRESTIGIADO
(Por
René Váquez Díaz)
Con el triunfo de la Revolución, millones de
cubanos humildes descubrieron su propia existencia. Y se alfabetizaron.
Construyeron hospitales con atención médica gratuita, sin distinción de raza o
situación económica o social, hasta en las montañas más apartadas. Y se
vacunaron por primera vez en la historia de Cuba, contra enfermedades curables
que los mataban. ¿Por qué el pueblo tuvo que levantarse en armas para que los
guajiros fuesen dueños de la tierra que labraban? ¿Por qué sólo la Revolución
victoriosa, que costó tanta sangre, hizo posible que los niños cubanos de
cualquier parte del país pudieran ir a círculos infantiles, a la escuela y a
las universidades creadas en contra del dictador preferido y cariñoso de
Estados Unidos?
¿Por qué los regímenes infames que Estados
Unidos apoyaron en Cuba hasta 1959 no fueron capaces de respetar la vida y las
ansias de millones de cubanos humildes?
Porque los humildes no son agentes humanos a
tener en cuenta en el capitalismo dependiente que Estados Unidos necesita
para seguir existiendo como imperio. La pequeña Cuba ha desafíado
durante décadas esa voluntad explotadora de Estados Unidos, que ha invocado su
democracia imperialista para crear y sostener a dictadores sanguinarios como
Somoza, Batista, Trujillo, Pinochet, Videla… y también para justificar
invasiones y matanzas en Playa Girón, Irak, Afganistán… Estados Unidos ha
falsificado el concepto de democracia, incluso en su propio seno, hasta
vaciarlo de sentido.
Entonces: democracia imperialista es sinónimo
de dominación estadounidense. No sólo se trata de ejercer presión y proferir
amenazas como un gánster internacional, sino de una conquista total por los
medios más delictivos. Ser poderoso tiene que significar “tener
razón”. El país que oponga resistencia, especialmente si ésta es popular e
inexpugnable como la de Cuba, será agredido con medidas de asfixia contra su
población civil inocente. El histórico bloqueo a Cuba no es sólo “un
anacronismo de la Guerra Fría”. Es sencillamente un delito: la expresión máxima
del salvajismo de un imperio desprestigiado, que ha llegado a temerle a un
diminuto país del Caribe. Los gobiernos de Colombia y Chile han reprimido con
saña sanguinaria a los que se manifiestan contra sus políticas neoliberales. Ni
Estados Unidos ni la Unión Europea han exigido bloqueos ni otras sanciones
contra Iván Duque o Sebastián Piñera. La lógica de la democracia imperialista
abolió el Derecho Internacional. ¿Cuántas veces a Comunidad Internacional ha
votado contra el bloqueo? Ya Condolezza Rice tachó a la Comunidad Internacional
como “ilusoria”. ¿Acaso no estipula la Ley Helms Burton que tiene que
ser el Sr Presidente de los Estados Unidos el único encargado de
decidir (determine) quiénes podrían formar parte de un hipotético
gobierno cubano, independientemente de lo que el pueblo elija, una vez que las
instituciones de la Revolución sean destruidas? ¿Esa es la democracia que
aplastará a los niños de Cuba?
La Revolución que eliminó la sumisión a las
señorías del Norte produjo, generación tras generación, una agresividad
histérica estadounidense que con Trump, y ahora con Biden, ha alcanzado un
ensañamiento sin precedentes. En tiempos de una pandemia mortal. Pero también,
generación tras generación, el pueblo de Cuba tuvo que aprender a defenderse.
Para que la democracia imperialista logre vencer a la Revolución, Estados
Unidos necesita desesperadamente reclutar a agentes locales. Agentes que
aprovechen el desasbastecimiento y el dolor creados por el cerco a la Isla, y
apoyen la delincuencia imperial. Hacen falta trifulcas que se puedan magnificar
comunicacionalmente. Lo que Susan George ha descrito como “fabricación de
hegemonía cultural para principiantes” ha tenido éxito a la hora de reclutar
agentes locales que se sientan impunes, y al menos finjan ignorancia sobre la
historia de su país. Son aliados que no surgen de la historia de la Nación,
sino de la historia de la infamia estadounidense. Su misión es no atacar al
agresor ni con la espina de una flor, sino actuar en favor de la potencia
extranjera que sigue tratando bestialmente a la población civil cubana.
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