CUBA 2023:
Lo que se olvida y lo que se espera
(Por
Iroel Sánchez)
“Ha sido un año muy duro”, se lee en las
redes digitales y la prensa, y también lo escuchamos en resúmenes de radio y
televisión nacionales y extranjeros sobre lo que fue el 2022 para Cuba. Tanto
se dice, que amenaza con convertirse en un lugar común, lo cual no le quita su
carácter de frase ajustada a la verdad, que incluso pudiera ser matizada: “duro
no, durísimo”.
Además de por hechos puntuales y
dramáticamente dolorosos como la explosión en el Hotel Saratoga, el incendio en
la Base de Supertanqueros de Matanzas, y un huracán que golpeó con gran
intensidad varias provincias occidentales del país, la vida de los cubanos fue
impactada por un deterioro generalizado de la cotidianidad prácticamente en
todos los ámbitos: Cortes prolongados de electricidad, reducción significativa
del transporte público y escasez de bienes básicos de todo tipo, incluyendo
alimentos y medicamentos. Una visión burocrática e insensible que en no pocos lugares convirtió, durante mucho tiempo,
la cola y la tolerancia de las autoridades a la especulación en
contraproducentes métodos para el acceso a cualquier tipo de producto o
servicio, más el crecimiento de una inflación que ha deteriorado
significativamente el poder adquisitivo de las pensiones y los salarios,
especialmente en el sector presupuestado.
Se ha insistido en una mezcla de causas para
esos fenómenos, las más citadas: el recrudecimiento sin
precedentes del bloqueo estadounidense, impacto de la pandemia de Covid-19
sobre la actividad económica en general y el turismo en particular, crisis
económica global que mezcla los efectos de la pandemia con el añadido de los
incrementos en precios fruto de la guerra en Europa, lentitud en la
implementación de la reforma económica aprobada desde VI Congreso del Partido
Comunista de Cuba en 2011 y errores de diseño en el llamado reordenamiento
monetario. Para otros, la mirada no es completa sino se va más atrás y se parte
de qué pasaba con relación a la economía en Cuba antes de que se comenzaran a
manifestar los primeros visibles efectos de
estos procesos, a inicios del año 2020.
Un tema que se no se menciona es la situación del principal aliado económico
y político de Cuba: Venezuela. La reacción de algunos será, ya lo sé: “¿Por qué
tenemos que depender de lo que sucede en otro país, China, Venezuela o Rusia?”.
Allá vamos: Cuba es asediada por un país que, siendo potencialmente su mercado
natural y más cercano, la supera treinta veces en población, que emplea
todo su enorme poder diplomático, mediático y económico, el mayor del
mundo, para perseguir cualquier respiradero que signifique ingresos o
transacciones cubanas, ¿y no puede un país sin grandes recursos en
hidrocarburos, con tierras poco fértiles, pobre en recursos hidráulicos,
ubicado en un lugar donde son frecuentes huracanes intensos, tratar de
compensar esa enorme asimetría con relaciones mutuamente ventajosas con países
que como él no se someten a la hegemonía estadounidense?Más allá de
la geopolítica… ¿hay un solo país tropical , petrolero o no, que haya logrado
algún nivel de desarrollo sin inversion extranjera, sin relaciones comerciales
asimétricas con el mundo desarrollado, o sin economia abierta?¿lo ha logrado
sin relacionarse con la economía estadounidense y recibir créditos de entidades
como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, controlados por
EE.UU. y prohibidos para Cuba, alguno lo ha hecho con leyes como la Helms Burton
y la Torricelli en contra? Demasiado parecido al cuento del boxeador al que le
gritan que pelee limpio después de amarrarlo de pies y manos.
De cómo las acciones de Estados Unidos contra Venezuela son vistas por
quienes las impulsan como una manera de impedir el avance económico de Cuba dan
cuenta la obsesión temprana con ello, desde 2014, de espacios muy interesados
en el avance del socialismo en la isla como la gubernamental emisora
estadounidense Radio Televisión Martí y el diario madrileño El País, en una
especie de profecía que busca autocumplirse. Cito unos pocos textos tempranos,
de los muchos posibles, en un breve recorrido solo como ejemplo (“La economía
cubana sin Venezuela”, El País, 21 de febrero de 2014; “Cuba vivirá una grave
crisis si termina la ayuda venezolana”, 9 de diciembre de 2015, El País; “Cuba
sufre «shock venezolano» por lentitud de reformas”, Rolando Cartaya, Radio Tv
Martí, 27 de julio de 2016). También es cierto, pero poco dicho, que tras la
muerte de Hugo Chávez, en marzo de 2013, y en paralelo con el inicio de sus
negociaciones con Cuba, el gobierno de Barack Obama desató una guerra económica
contra Venezuela, uno de cuyos hitos fue la declaración del país bolivariano
como “Amenaza inusual y extraordinaria a la Seguridad Nacional de Los Estados
Unidos” poco antes de la Cumbre de las Américas de abril de 2015 en Panamá.
Y ese ataque a Venezuela, como adelantaría El País, se sintió en Cuba.
Como he explicado antes en un texto titulado “Cuba, Venezuela y la tormenta
perfecta”, en junio de 2016 el gobierno cubano tuvo que tomar medidas
ineludibles para enfrentar las consecuencias de una reducción significativa en
los envíos de combustible desde Venezuela, basados en los acuerdos bilaterales
pagados por la Isla con servicios de salud para sectores mayoritarios del
pueblo venezolano.
Por otra parte, las transformaciones económicas en
Cuba no marcharon como se previó. Un análisis del
Pleno del Comité Central del Partido Comunista cubano que evaluó en 2016 las
políticas implementadas desde 2011, año en que comenzó la “actualización del
modelo económico y social” reconoció “errores en la planificación de los
procesos y en su control”, señala que “no siempre la Comisión de Implementación
logró involucrar a los órganos, organismos, organizaciones y entidades para que
desde la base fueran capaces de orientar, capacitar, apoyar, controlar y rendir
cuentas de su gestión” y plantea “insuficiente integralidad, visión limitada
sobre los niveles de riesgos e incompleta apreciación de los costos y beneficios”,
además de que en algunos casos ha sido deficiente el seguimiento y control de
las políticas, varias de las cuales se fueron desviando de sus objetivos, sin
una oportuna corrección” y se refiere a “la carencia de una cultura tributaria
en el país, al aún deficiente empleo de la contabilidad como herramienta
fundamental para cualquier análisis económico” pero no no deja de mencionar
“limitaciones económicas y financieras que imposibilitaron el respaldo adecuado
a un grupo de medidas que requerían inversiones”
En abril de 2016, apenas un mes antes del VII
Congreso del Congreso del Partido Comunista de Cuba, Barack Obama visitó La
Habana. Su estrategia comunicacional insistió en dos objetivos: Borrar la idea
de Estados Unidos como adversario de los cubanos y hacer énfasis en los
obstáculos internos como causa de las dificultades cotidianas que estos
enfrentan pero no tuvo una palabra para relacionarlas con la permanencia del
bloqueo estadounidense y mucho menos con la creciente agresividad política, económica
y militar de su administración contra el país que mayor intercambio comercial
sostenía con Cuba en ese momento: Venezuela.
La prensa privada, con dinero estadounidense,
surgida en Cuba a partir del segundo período de la administración Obama, auguró
entonces el regreso de apagones masivos, un descenso de dos dígitos del
Producto Interno Bruto y un regreso de las escaseces que los cubanos conocieron
en los años noventa del siglo pasado tras la desaparición de la URSS y sus
favorables relaciones comerciarles con esta. Pero la situación anunciada por
analistas cubanos afines a las Open Society Foundations de George Soros y
revistas pagadas desde Miami no llegó aún entonces, haría
falta apretar más la agresión a ambas naciones.
Desde 2017 comenzaron a llover sobre Cuba
desde el gobierno de Donald Trump 243 medidas adicionales al bloqueo, al ritmo
promedio de una semanal, pero aún en Cuba no había
ni desabastecimiento ni apagones como se había anunciado desde Miami y Madrid. En febrero de 2019,
en la frontera de Colombia con Venezuela, mientras se ejecutaba una operación
de desestabilización disfrazada de ayuda humanitaria, en una prueba más de
cuánto tiene que ver una cosa con la otra, el senador cubanoamericano Marco
Rubio, confeso impulsor de todas esas medidas de Trump contra Cuba, tuiteaba en
modo matón, eufórico y amenazante, al Presidente de Cuba, “nos vemos pronto”. Aún se le espera por La Habana.
Poco después, en
abril del mismo año 2019, un alto funcionario de Washington dejaba claro el
objetivo de las presiones sobre Venezuela, lo que reclamaban los colaboradores
de El País y Radio Tv Martí desde tiempos de Obama seguía
siendo perseguido menos diplomáticamente en la era Trump: “Aunque no esperamos un cambio político inmediato en Cuba debido a nuestras
sanciones directas a Venezuela y las sanciones directas e indirectas a Cuba,
creemos que al menos un resultado serán cambios en la economía cubana debido a
lo que la Administración de [Juan] Guaidó está haciendo con respecto a las
exportaciones de petróleo a Cuba, y estamos ayudando al presidente interino
Guaidó a lograr su objetivo de no subsidiar más al régimen cubano. Cuba tendrá
que adaptarse a la pérdida del 30% o más de sus importaciones de petróleo
fuertemente subsidiadas, y eso significa permitir una economía más basada en el
mercado” (https://www.cubatrade.org/blog/2019/4/7/background-interview-with-trump-administration-officials).
Otro golpe había llegado poco antes desde Brasil, cuando a fines de 2018 el
gobierno de Jair Bolsonaro canceló un acuerdo por el que 11 000 médicos cubanos
trabajaban en ese país y que aportaba un estimado de 400 millones dólares
anuales a Cuba.
Sin embargo, en junio de 2019, aún en la isla seguían inadaptados a lo
que el gobierno de Trump pretendía y sus cercanos compañeros que escriben en la
gran prensa internacional tendrían razones para desesperarse: el nuevo
gobierno de Miguel Díaz-Canel subía pensiones y salarios del sector
presupuestado, congelados por largo tiempo, y a pesar de enfrentar el impacto
de las sanciones a las navieras que transportaban combustible a Cuba, que
provocó tensiones en el abastecimiento a gasolineras y trasportes durante
varias semanas del segundo semestre, se logró capear el impacto en el
transporte público en un tiempo no muy extenso. Antes, en otra muestra de
resiliencia, surgían nuevos servicios de taxis colectivos en La Habana y
ferrocarriles nacionales, mientras a fines de ese año La Habana celebraba por
todo lo alto su aniversario 500. Viéndose, como anunciaron los funcionarios de
Trump, en la necesidad de gastos no previstos para invertir buena parte de sus
divisas en adquirir el combustible que antes recibía de Venezuela, la economía
cubana tampoco colapsó entonces. Cinco años después de la doble agresión con
“sanciones directas” (a Cuba) e “indirectas” (vía Venezuela), funcionarios de
Trump dixit, lo previsoramente anunciado desde El País y Radio Tv Martí, -¿o serían parte
estos proféticos seres del componente psicológico de la misma guerra?-
continuaba sin cumplirse.
Tuvieron que acumularse 243 medidas del gobierno de Trump, incluyendo el
corte en viajes y remesas y la persecución a las navieras que transportaban
combustible a Cuba, coronadas por la designación espuria de la isla como país
patrocinador del terrorismo con sus consecuentes impedimentos a las
transacciones financieras internacionales, para que los anuncios de 2014 se
manifestaran en concordancia con los deseos sus augures. A inicios del segundo
semestre de 2021, ya con Biden en la Casa Blanca pero con la misma política
trumpista hacia la isla, la combinación de un pico pandémico con la variante
Delta del SARSCOV-2, combinado con cortes eléctricos y de agua, un
desabastecimiento del comercio minorista ya muy notable, y los efectos de un
reordenamiento monetario que contaba con un control de la pandemia y un cambio
en la política estadounidense que no se produjeron, sacara a la calle la
irritación intoxicada desde las redes digitales el 11 de julio de ese año, en
no pocos casos derivada en vandalismo, y el Secretario de Estado Anthony
Blinken pudiera dilatar su prometida “revisión de la política hacia Cuba” que
muy poco ha revisado.
Antes, en noviembre de 2020, personas preparadas por la estrategia de
cambio de régimen estadounidense capitalizaron el efecto de una provocación
disfrazada de defensa de la libertad artística. Disfrazados de defensores de la
libertad de expresión, lograron mezclar artistas verdaderos en busca de diálogo
con provocadores entrenados, y en una maniobra frente al Ministerio de Cultura
de la isla, justo en vísperas de la llegada Biden a la Casa Blanca, hacer a los
sectores más extremistas de Miami, exigir entonces una intervención militar y
convertir al Presidente que tomaría posesión en enero de 2021, en contra de sus
promesas de campaña, en el más fiel de los trumpistas. La reciente derrota
total del Partido Demócrata en el Sur de la Florida ha probado lo errado de la
apuesta por competir con la ultraderecha política que controla en quién es más
duro con respecto a Cuba pero aún no se aprecia que lo que Marco Rubio llama
abiertamente “miedo al exilio cubano” abandone las mentes de quienes deciden la
política exterior estadounidense.
Sólo el incremento sostenido de migrantes cubanos llegando a su frontera,
espoleados por la crisis económica en Cuba, a la que han contribuido de manera
importante, un cierre de su consulado en La Habana y el imán de una política
migratoria que convierte en refugiados a los cubanos que logren pisar suelo
estadounidense, hizo volver a Washington a conversar con el gobierno cubano y
reabrir su embajada habanera, manteniendo más del 90% de las sanciones
trumpistas en pie. Pero el impacto de la crisis que estas han inducido es tal
que la apertura de su consulado en La Habana ya no es suficiente para
desestimular la emigración irregular.
El segundo semestre de 2022 volvió a tener cortes de electricidad,
acompañados de protestas dispersas en algunas localidades y más de un intento
terrorista alentado, con impunidad, desde territorio estadounidense. Aunque el
país controló la pandemia de COVID con tres tipos de vacunas propias, que se
dice rápido pero es una hazaña que sólo grandes potencias pudieron hacer, y se
abrió al turismo, el crecimiento previsto de 2,5 millones de turistas quedó en
1, 8, la economía creció por debajo de lo previsto, que ya era insuficiente.
Los paros por roturas en la generación eléctrica -faltó dinero para las
reparaciones de plantas envejecidas- y la baja disponibilidad de combustible
para la generación crearon una situación aún peor que en 2021 en ese servicio
que vino a resolverse pero no definitivamente a fines de año donde se logró
estabilizar el servicio y promete una situación mejor en 2023, aunque serán
necesarias nuevas reparaciones e inversiones.
Las transformaciones no han sido detenidas por la crisis, aunque hay
quienes piden mayor velocidad: la nueva Constitución cubana de 2019, aprobada
casi con el 87% de los votos, reconoce el mercado, que el Estado “regula y
controla” “en función de los intereses de la sociedad”, así como a las empresas
de propiedad privada, de las que desde fines de 2021 han sido aprobadas más de
6000. Incluso, una declaración reciente de un alto funcionario de la
cancillería cubana, aunque denunció que Estados Unidos identifica ese sector
privado “como un instrumento de subversión política” dijo que Cuba no se va a
oponer a esa utilización si Washington hace excepciones al bloqueo para
promoverlo en detrimento del sector público de la economía isleña.
La inflación no ha bajado y se anuncia un programa de estabilización
macroeconómica, del que aun no se conocen detalles pero que tiene el difícil
reto de ajustar un elevado déficit fiscal sin terapias de choque, desempleo
masivo y cierre de servicios públicos que son universales y gratuitos en la
isla, además de solucionar contradicciones como un subsidio a la gasolina que
hace que, siendo un país no petrolero, en Cuba se venda ese combustible a uno
de los precios más bajos del mundo.
A intervenir en la última sesión del año en el parlamento cubano, el
Presidente Díaz-Canel prometió un 2023 “retador” pero mejor. Varios elementos
le dan la razón con un entorno internacional más favorable. Una exitosa gira
realizada a fines de noviembre por Rusia, China, Argelia y Turquía permitió
restaurar lazos económicos, renovar suministros incluyendo energéticos, abrir
nuevas posibilidades de inversión y cancelar deudas y retomar créditos. En el
entorno latinoamericano crecen las relaciones económicas con México que compra
vacunas cubanas contra la COVID y tiene contratados más de 600 médicos isleños,
mientras el regreso de Lula al gobierno en Brasil vuelve a abrir posibilidades
de retomar los acuerdos cancelados por Bolsonaro. La recuperación económica
venezolana es un hecho, con un crecimiento de más del 13% y la “Administración
de [Juan] Guaidó” ya no la reconocen ni sus antiguos correligionarios. En lo
interno, una tangible mejoría de la generación eléctrica resulta básica para
garantizar el crecimiento del turismo, la estabilidad social y la ansiada
reanimación de la economía.
Las prioridades definidas por el Presidente han sido claras: desatar las
verdaderas reservas y potencialidades que hay en la sociedad; destrabar las
fuerzas productivas; propiciar más los incentivos y menos las trabas y las
prohibiciones que frenan el desarrollo; el necesario e impostergable despegue
de la empresa estatal socialista, que la agricultura dé respuesta a la
producción de alimentos; y dar mejor atención a las personas en situación de vulnerabilidad.
Esto en línea con las expectativas populares en el enfrentamiento
efectivo al delito, a la corrupción, a las ilegalidades, y contra la
burocracia; el respeto a la ley, el orden y la decencia; que se tengan en
cuenta los consensos y la participación del pueblo para decidir; que se acuda a
la innovación; que se haga un ejercicio democrático del poder popular; que todo
el mundo rinda cuenta; que los jóvenes no abandonen el país y no dejen de
participar en la Revolución. Grandes desafíos en medio de una agresión que no ha cesado pero que en el nuevo año
ofrece a Cuba mejores oportunidades para vencerlos si la autocrítica deriva en
fuerza trasformadora. No solo ella lo necesita, también Latinoamérica y el
mundo. Sus enemigos lo saben y por eso no cesarán en tratar de descarrilarle
del camino, pero ya no hay modo de intentar hacerle más daño, y esa es la
oportunidad de los que han sabido estar en el límite y pueden este año comenzar
a caminar por un túnel donde de modo muy tenue, empieza a verse una luz.
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